Adicciones

¿Cómo reforzar el uso saludable de las Nuevas Tecnologías? Recomendaciones para madres, padres y profesionales de la educación

09 de Junio, 2019 José Moreno Ortiz

Con este artículo nos gustaría plantear algunos puntos que nos parecen útiles para la toma de conciencia sobre todo de padres, madres y profesionales interesados/as en promover un uso saludable de las Nuevas Tecnologías en los adolescentes.

 

Por Nuevas Tecnologías entendemos todas esas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) que en la actualidad e independientemente del nivel socioeconómico de las familias, podríamos afirmar que se encuentran totalmente integradas en nuestra vida diaria. Nos referimos principalmente a los terminales móviles, tablets, ordenadores o videojuegos entre otros muchos dispositivos.

 

Uno de nuestros principales objetivos es promover un uso saludable de los dispositivos. Con tal fin, es imprescindible que reflexionemos no sólo en el “cómo” fomentamos esto con los y las adolescentes, sino en el “desde dónde” lo hacemos. Este “desde dónde” guarda una estrecha relación con el vínculo que establecemos con el otro y con aquellos mensajes no verbales que también forman parte de la comunicación.

Según nuestra experiencia, aquellas relaciones familiares fundamentadas en el respeto, la confianza y la seguridad, son las que permiten que cuando se habla con los hijos/as de los peligros en la red o la regulación de los tiempos de uso de los dispositivos ocurra algo constructivo y se establezcan límites claros y saludables en torno a cómo se utilizan las nuevas tecnologías.

 

Así pues, antes de analizar el “cómo”, vamos a ver cómo podemos reforzar el “desde dónde”.

Para esto podríamos empezar preguntándonos qué tipo de pensamientos, emociones o sensaciones se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en las “Nuevas Tecnologías”. Os animamos a haceros esta pregunta y tomar nota de vuestras asociaciones.

 

Los adolescentes suelen expresar: “diversión”, “amigos”, “disfrute”, “placer”, “logro”, etc…

Los papás y mamás, por su parte, expresan, como podréis imaginar, otro tipo de analogías, tales como: “peligro”, “riesgo”, “delito”, “falta de responsabilidad”, “miedo”, “peleas”, etc.

 

Aquí nos encontramos con varias cosas interesantes: la primera salta a la vista, y es la significativa diferencia de las opiniones de un grupo y de otro.

Por una parte, los adolescentes ven las nuevas tecnologías como algo divertido y gratificante mientras que sus figuras de referencia opinan que se trata de algo peligroso y perjudicial. Por supuesto, estamos hablando en términos generales, seguro que puede que tanto adultos como adolescentes opinen otra cosa diferente a lo que nosotros nos encontramos en la mayoría de los casos.

Lo que planteamos es la posibilidad de acercarnos a las nuevas tecnologías teniendo en cuenta por supuesto nuestra visión de las cosas pero también la de nuestros hijos. Proponemos una invitación a tolerar las diferencias y poner la intención en buscar una integración de los puntos de vista, más que una reafirmación en el nuestro propio. 

 

Desde nuestro trabajo con el uso saludable de las nuevas tecnologías podemos decir que éstas no son ni buenas ni malas, ni peligrosas ni fiables. Todo depende de la gestión y del uso que se haga de ellas. Las nuevas tecnologías, sin el poder que nosotros mismos les otorgamos, no son nada. Lo que sí somos es nosotros, y por nosotros me refiero a la responsabilidad que tenemos sobre el uso y el ejemplo que damos. Esto nos conecta con el poder que tenemos al respecto, ya que los efectos de las TICS están supeditados finalmente a la gestión que hacemos de ellas. Es importante tomar conciencia, o lo que significa lo mismo, darse cuenta, en primer lugar y antes de abordar el tema con nuestros hijos/as, del uso o de la gestión que hacemos de las nuevas tecnologías nosotros mismos.

Es importante evitar un juicio negativo relativo a nosotros, cuya única consecuencia sería quitarle fuerza a nuestra autoestima y como consecuencia a nuestra autoridad. Acercarnos a un adolescente con la autoestima baja puede provocar que el propio adolescente tome esta fuerza y se comporte con nosotros de manera irrespetuosa o con violencia. Se trata de tomar conciencia de nuestra propia responsabilidad y desde este lugar tomar las medidas que consideremos oportunas en función de nuestros intereses y necesidades.

Uno de los objetivos de todo esto es conectar con nuestras posibilidades, y con la oportunidad que nos brinda un conflicto para darnos cuenta qué podemos hacer de otra manera, qué no está funcionando o qué se está haciendo evidente que nos conviene incorporar en la relación no sólo con nuestro hijo/a sino también en la relación que mantenemos con nosotros/as mismas. 

Darnos cuenta de nuestra responsabilidad en las consecuencias, tanto constructivas como destructivas que las nuevas tecnologías tienen en nuestro sistema, familiar o educativo, abre un sinfín de posibilidades que puede conectarnos no sólo con estas posibilidades, sino también con nuestro propio empoderamiento

 

Vamos a ver ahora cómo podemos transformar la impotencia en empoderamiento.

Hoy en día, la investigación nos permite afirmar que las ideas que tengamos en torno a una situación, determinan en gran parte las estrategias de afrontamiento que ponemos en marcha.

Por ende, las ideas que hayamos escrito o nos hayan venido cuando al principio de este artículo os preguntábamos acerca de las nuevas tecnologías marcarán el punto de partida de nuestra interacción con el adolescente, quién, podemos suponer, estará conectando con ideas muy diferentes a las nuestras. Esta diferencia puede predeterminar una distancia desde la que va a resultar poco probable llegar a algún tipo de acuerdo, o mejor dicho, llegar a algún tipo de acuerdo que se cumpla, por mucha razón que tenga el mensaje que queremos trasmitirle.

Si partimos de una actitud que conecte principalmente con el miedo, el peligro o los riesgos, es probable que nuestro lenguaje verbal y sobre todo no verbal (tono de voz, expresión de la cara, gestualidad…) resuene con esto. Así pues, posiblemente nuestras medidas educativas se caractericen por un tono de alarma, de crítica o de sobreprotección, reduciendo significativamente la probabilidad de que nuestro hijo/a o nuestro alumno/a sintonice con nosotros. En resumen, que no sólo probablemente no nos haga caso, sino que seguramente ni nos haya escuchado. 

 

Muchas veces trabajamos con familias que se informan con empeño sobre pautas educativas, que acuden a escuelas para padres y madres o leen varios libros o artículos sobre “adolescencia” o sobre “cómo educar”. Entendemos que lo más importante para estas familias es que sus hijos/as sean felices y se encuentren plenos y saludables. Sin embargo, lo que va a determinar que se produzca una comunicación eficaz es el tipo de relación y de vínculo que se genere mientras estamos compartiendo con ellos/as nuestra visión de las cosas.

 

Si no trabajamos la relación entre padres e hijos, es posible que nada funcione. Y que todo lo que aprendamos en cursos, talleres o libros de autoayuda más allá de resultar útil sea perjudicial, ya que cuánto más sepamos al respecto de lo que supuestamente está bien o es recomendable, mayor puede ser la presión que estemos ejerciendo sobre nuestros hijos. Y un adolescente, ante la presión, lo esperable es que reaccione con distancia, enfado y comportándose de la manera totalmente contraria a lo que se le está diciendo.

Este hecho es un aspecto importante que a lo largo de la intervención que llevamos a cabo en nuestros centros procuparmos trabajar. El objetivo es que lo que hacemos sin darnos cuenta, lo hagamos desde la conciencia, y, una vez sepamos lo que no está funcionando (por nuestra parte), poder adquirir herramientas o habilidades nuevas que sí funcionen y resulten útiles.

 

Otro dato a tener en cuenta es que la investigación ya puede afirmar que el tipo de relación que establecemos con una persona determina en gran medida lo constructivo y saludable que sea el vínculo.

 

Uno de los objetivos de nuestro servicio en adicciones tecnológicas es trabajar las relaciones. Sabemos que si el vínculo se caracteriza por la seguridad y la confianza, las estrategias que se pongan en marcha para poner límites, comunicarse o llegar a acuerdos resultarán eficaces. Por el contrario, de poco serviría intentar regular el uso de los dispositivos o comunicarse con un adolescente si este adolescente nos vive como una figura que le cuestiona o que no le comprende.

Tomar conciencia del lugar que partimos a la hora de abordar un tema tan importante como es la regulación y el uso consciente y responsable de las nuevas tecnologías nos permite poder contemplar otras posibilidades, aumentando así la probabilidad de que sean efectivas nuestras estrategias.

 

Es cierto que las nuevas tecnologías suponen riesgos, que en función de cómo las utilicemos pueden ser perjudiciales y llegar a generar síntomas como insomnio, desmotivación vital, confusión, irritabilidad o hiperactividad, entre otros, pero también es cierto que cumplen y, en muchas ocasiones, desempeñan una función necesaria para todos y especialmente para los adolescentes, que por el momento evolutivo en el que se encuentran las relaciones sociales, la aprobación de los demás, las experiencias de triunfo o la búsqueda de sensaciones nuevas tienen un papel fundamental para ellos/as.

 

Sabemos que es muy importante regular en casa el uso que se hace de las nuevas tecnologías, y no sólo durante la adolescencia, sino desde el inicio

Por ejemplo, desde que son bebés ya utilizamos los dispositivos para distraerles, calmarles o darles de comer. Ni que decir que el modelo que somos, es decir el ejemplo que les damos sobre el uso que nosotros mismos hacemos de los dispositivos también es crucial para su aprendizaje.

Regular el uso que hacemos de las pantallas no será posible, o será bastante complicado de conseguir, si no establecemos con nuestros hijos/as o alumnos/as una relación basada en la confianza, el respeto y la empatía.

De nada sirve hablar con nuestro hijo/a si él nos vive, y muchas veces con razón, como que cada vez que nos acercamos a hablar con él es para corregirle, juzgarle, darle consejos o ponerle una consecuencia. No es tan importante lo válidas, ciertas o sanas que sean las ideas que les estamos trasmitiendo, sino desde dónde lo estamos haciendo. Si estamos hablando con ellos desde un lugar en el que se sienten comprendidos, validados y seguros o lo estamos haciendo desde un lugar en el que se sienten incomprendidos, juzgados o perseguidos.

 

Así pues, y partiendo de esta base que podríamos llamar “segura”, de respeto y de confianza, también nos gustaría compartir algunas indicaciones que nos parecen útiles tanto en la crianza como en la educación de los y las adolescentes en cuanto al uso saludable y responsable de las nuevas tecnologías.

 

Indicaciones para el uso saludable de las nuevas tecnologías

Sabemos que la tarea es ardua y que, muchas veces, la complejidad que suponen las relaciones familiares nos invita a soltar hábitos y en general, salirnos de nuestra zona de confort, con todos los miedos e inseguridades que esto supone. 

Sí, es un reto arduo, pero también, este reto, nos ofrece la posibilidad de crecer, madurar y ampliar la visión que tenemos sobre los demás, el mundo y nosotros mismos.

 

Sabemos que no es sencillo, pero la recompensa es el bienestar, la salud y la auto-realización personal.

Psicólogo Sanitario. Experto y Especialista en Intervención Familiar y Terapia infanto-juvenil. Especialista en Trauma y Apego. Director del Servicio de Atención en Adicciones Tecnológicas de la Comunidad de Madrid.