Adicciones

Empatía, una buena herramienta para proteger a tus hijos en internet

03 de Marzo, 2019 José Moreno Ortiz

Milenials, generación Z o nativos digitales, así nos referimos a estas generaciones capaces de montar un vídeo o hacer un meme con un dispositivo móvil en minutos o estar conectados en las redes sociales a la vez que ven un vídeo en Youtube. Se mueven en un entorno tecnológico que muchos de los padres, madres y tutores no dominan y eso resulta complicado. Según estudios recientes, a pesar de ser beneficiosas en muchos aspectos las redes sociales, el abuso de videojuegos o un tiempo excesivo frente a la pantalla, pueden jugar en contra de su salud mental.

 

El pánico se apodera de nosotros cuando leemos o escuchamos los peligros de las adicciones tecnológicas, la mala influencia de Instagram en problemas de autoestima, depresión, ansiedad y trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia o la bulimia, o el ciberacoso en diferentes redes sociales. Y ante la inseguridad de no poder protegerlos en un entorno, muchas veces desconocido, buscamos una solución que… ¿pasa por el control de las nuevas tecnologías?

 

Ahora bien, cómo practicar o llevar a la vida diaria esto de la "empatía". Para responder a esta pregunta podemos usar un ejemplo. En una ocasión, una mamá, preocupada por lo que su hija pudiera estar haciendo en las redes sociales, le preguntó a una persona de confianza qué podía hacer para controlar lo que su hija hacía en internet. Esta persona le contestó lo que a continuación compartimos con vosotros y vosotras. Espero que la respuesta que dio a la madre, visiblemente preocupada, os resulte útil.  Si os apetece, podéis compartir vuestras conclusiones, vivencias o dudas en el blog. 

 

 

Antes de nada, permítete no hacer nada,

 

Para…

 

Permítete no saber qué hacer, no es fácil tener siempre la respuesta correcta a las necesidades de los hijos.

 

Permítete no saber, permítete no ser la madre que te hubiese gustado ser.

 

Permítete estar con tu incertidumbre, con tus miedos, con tus preocupaciones sobre los riesgos de las redes sociales, permítete estar así contigo misma y concédete todo el tiempo que necesites para respirar esto.

 

Permítete tomarte un tiempo para ti en medio de tantas obligaciones y de tantas responsabilidades.

 

Respira…

 

Permítete no saber qué hacer. Permítete ser impotente, permítete no tener la solución….

 

Respira…

 

Permítete sentir lo que sea que aparezca; la tristeza, el miedo, la rabia…todas las emociones tienen sentido en lo que una madre siente por sus hijos.

 

Permítete estar contigo misma…

 

Y después, antes de hablar con tu hija, pregúntate qué necesitabas cuando tenías la edad que tiene ahora.

Pregúntate por las necesidades que tenías, qué cosas te gustaban y qué cosas odiabas.

 

Puedes preguntarte también cómo te hubiese gustado que tus padres se hubiesen acercado a preguntarte, cómo te hubiese gustado que te hubiesen hablado, cómo te hubiese gustado que te hubiesen mirado…

 

Quizás hubieses necesitado que te hablasen con cariño, con afecto, sin presión, con interés y complicidad, incluso con algo de humor. O quizás hubieses necesitado que no te hubiesen dicho nada.

 

Puede que tu hija no te cuente nada, pero sí que puedes ser tú quién le hable.

 

Puedes contarle cómo te sentías cuando tenías su misma edad, cómo pensabas y sentías la vida antes de vivir tantas experiencias.

 

Puedes contarle cuáles fueron tus miedos y tus inseguridades.

 

Puedes contarle cuáles eran tus preocupaciones y tus motivaciones.

 

Puedes contarle lo que pensabas de tus amigos y lo que sentías cuando estabas con ellos.

 

Y también puedes decirle qué te ayudó a afrontar todos esos retos. Qué te sirvió, qué aprendiste…

 

Puedes compartir con ellos todo el tiempo que necesitaste para darte cuenta de lo que sabes hoy.

 

Y todo esto a sabiendas de que tu hija es otra persona, y puede ser distinta.

 

Y después, si te ha sido posible, cuando hayas tenido esto en cuenta…

 

Haz lo que te salga…

 

Permítete ser la madre que eres, con tus aciertos y tus errores, permítete el derecho de comportarte como lo haces, sin juzgarte, sin culparte por ser mejor o peor madre.

 

Permítete ser.

 

Permítete hablar con tus hija como te salga en ese momento, sin culpas y sin recriminarte nada.

 

Puede que te escuche o que no.

 

Pero sí que te puedo decir que todos esos permisos que te hayas dado le llegarán a tu hija. Y sin necesidad de palabras y con el poder que otorga ser uno de los referentes más importantes para ella, le habrá servido de ejemplo para que, en cualquier momento de su vida, cuando esté preparada para tomarlos, pueda dárselos también a sí misma.

 

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Psicólogo Sanitario. Experto y Especialista en Intervención Familiar y Terapia infanto-juvenil. Especialista en Trauma y Apego. Director del Servicio de Atención en Adicciones Tecnológicas de la Comunidad de Madrid.