Trastornos de Ansiedad

Cómo gestionar el estrés y la ansiedad

03 de Mayo, 2020 Oriol Rodríguez

Desde que somos pequeños (posiblemente influenciados por un sistema educativo y una cultura en la que el conocimiento se transmite como algo lineal o fragmentado) se da a entender que la relación entre nosotros y el mundo (o la realidad) sigue este patrón: A à B. Así, siguiendo esta sencilla fórmula, uno come porque tiene hambre, uno trabaja para conseguir unos ingresos y estructura una serie de ideas y objetivos que, una vez cumplidas, nos generarán algo que deseamos (felicidad, seguridad en uno mismo o mayor prestigio social).

 

Sin embargo, nuestra experiencia nos dice que las personas vivimos un entorno y nos relacionamos con él (A ↔ B). Es cierto que uno no puede intentar controlar lo que sucederá a su alrededor, pero sí podemos responsabilizarnos y hacernos conscientes de cómo son nuestras reacciones y adaptarnos a lo que el entorno nos exija. Dicho de otro modo, cuando hago cosas buenas para mi (A), crece la confianza en mi mismo (B) y esto hace que, a su vez, me cueste menos hacer cosas buenas para mi (A).

 

Las personas somos seres relacionales. Nos relacionamos con nosotros mismos, con nuestros seres queridos y con nuestro entorno. Y es en ese entorno donde vivimos situaciones que generan un impacto en nosotros. Uno de los “impactos” más primitivos y desagradables que encontramos en esa relación suele ser el miedo y sus derivados contemporáneos: el estrés y la ansiedad. Todos somos conscientes de que el miedo es algo que nos “ayuda” y nos prepara para dar una respuesta, pero nadie se despierta deseando tener miedo para, así, estar preparado para sobrevivir.

 

Aunque provengan de la misma emoción, existen pequeñas diferencias entre lo que entendemos por estrés y ansiedad. Así, el estrés aparece cuando uno no es capaz de dar una respuesta “positiva” a las distintas demandas o exigencias de su día a día mientras que, la ansiedad, se resumiría como la sensación de que en cualquier momento puede ocurrir algo que nos ponga en riesgo y ante lo que tenemos que estar preparados (aunque sea extremadamente difícil definir QUÉ va a ocurrir).

 

De esta forma, el primer paso para aprender a manejar y a relacionarnos con estos dos elementos es importante ver el estrés y la ansiedad como dos grandes fuentes de información sobre nosotros mismos y nuestra situación.

 

Entender que las exigencias de mi día a día son algo que me supera puede ponerme de mal humor y llevarme a una situación en la que yo (a través de la queja) intente pelearme contra ello o, por el contrario, puede llevarme a revisar mis prioridades, la forma en la que organizo y estructuro mi día a día (o mis valores) y a tomar decisiones que me permitan tener más recursos con los que sobrellevar estas exigencias. En esta situación, el ACEPTAR la situación que uno está viviendo y ser consciente de su capacidad de tomar decisiones es algo necesario (y a veces suficiente) para empezar a introducir pequeños cambios que nos permitan una visión mayor y más rica de lo que nos está ocurriendo.

Del mismo modo, vivir con una sensación de inseguridad constante también puede ser vivido desde dos puntos de vista totalmente opuestos. Uno puede vivir con ese miedo a que ESO (siempre tan fatal y inevitable) ocurra o puede centrar su mirada en sus capacidades y buscar los infinitos recursos que posee (respiración profunda, mindfulness, una conversación con un ser querido, realizar deporte, escribir o aprovechar estos momentos de activación para ser creativos y buscar nuevas actividades e intereses que nos den sensación de bienestar).

 

Sería algo naife pensar en que existe un ABC para sobrellevar la ansiedad y el estrés. Somos personas distintas con distintas historias y distintos miedos. Pero, a pesar de todo, todos hemos pasado momentos así y, aunque nos cueste creerlo, hubo otros antes de nosotros que también lo sufrieron (algunas de las mentes más brillantes de los últimos siglos centraron sus obras alrededor de estas cuestiones). Así que, quizás, aceptar la dificultad de las situaciones que vivimos, vivir lo que nos ocurre con unos ojos más amables y entender qué nos estamos diciendo a nosotros mismos (sin intentar juzgarlo) sean pasos importantes y necesarios para poder llevar una vida más calmada y, de paso, nos convierte en personas un poco más valientes.

 

Psicólogo de Ita Anglí