La depresión es uno de los trastornos psiquiátricos más frecuentes, afectando a alrededor del 3,8% de la población, prevalencia que puede incrementarse hasta el 5,7% en aquellos adultos mayores de 60 años. Así, aproximadamente 280 millones de personas sufren depresión, siendo una de las principales causas de discapacidad.
El trastorno depresivo se caracteriza por la presencia de un estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, con sentimientos de tristeza, vacío y desesperanza. Normalmente asocia un incremento de la ansiedad, una disminución importante del interés o el placer por casi todas las cosas, una pérdida importante de apetito y peso, así como insomnio y fatiga.
No es infrecuente que la persona que sufre depresión presente sentimientos de inutilidad o culpabilidad excesiva, dificultades para la concentración o pensamientos de muerte recurrentes. De hecho, la depresión es una de las principales causas de suicidio en nuestro entorno.
Se trata de un trastorno que resulta de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y biológicos. A lo largo de nuestra vida es probable que algún familiar o amigo sufra depresión. Por ello es importante:
En primer lugar, saber identificar los síntomas: ánimo más decaído, perdida de interés por sus aficiones, conversaciones esquivas y cortas o la tendencia al aislamiento en el domicilio son signos de que probablemente esa persona esté desarrollando un cuadro depresivo.
Hemos de evitar minimizar estos síntomas o racionalizarlos (“es normal que esté así”…”todos sufrimos bajones”). Debemos procurar un entorno favorable donde poder preguntarle cómo se encuentra, permitiendo que pueda expresar sus sentimientos de forma abierta y sin juzgarlos.
Debemos reforzar los pequeños esfuerzos que realice cada día, las pequeñas metas que vaya alcanzando. No es bueno presionarlo para que se recupere pronto, al contrario, hemos de darle el tiempo necesario para poder ir afrontando la sintomatología depresiva y recuperar su estado basal.
Procurar que se encuentre acompañado, con visitas o llamadas frecuentes, animarlo a recuperar sus hábitos, sus aficiones o simplemente empujándole a salir más de casa y practicar algo de deporte, favorecerá de forma muy significativa el proceso de mejoría.
Si menciona pensamientos de muerte o de suicidio, debemos poder hablarlo abiertamente. Ante la presencia de estas ideas, sería conveniente consultar de forma urgente con algún especialista, especialmente si se muestra dubitativo. Rehuir esta cuestión sería negarle la ayuda que nos está pidiendo.
Como se ha comentado, la depresión es un trastorno complejo, potencialmente grave y marcadamente invalidante. Por ello es importante consultar en las etapas tempranas con un profesional de la Salud Mental. Un abordaje precoz permite una recuperación más rápida y duradera, evitando mayor sufrimiento y angustia a quien lo padece. No obstante, en muchas ocasiones la consulta se realiza cuando la sintomatología se encuentra ya instaurada.
Aun así, los actuales tratamientos permiten una mejoría muy satisfactoria en la gran mayoría de casos, recuperando la persona la capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas de su día a día, remitiendo los sentimientos de tristeza, melancolía y minusvalía, así como la ansiedad o el insomnio.
