Psiquiatría General

El Síndrome de la Cabaña ¿Una consecuencia de nuestro tiempo?

21 de Junio, 2020 Oriol Rodríguez

¡Qué rápido pasa el tiempo! Hace apenas unos meses nuestro mundo cambió y tuvimos que hacer un esfuerzo para adaptar nuestra vida en función de los metros que midiese nuestra casa. Esto afectó a nuestra forma de vivir, trabajar y relacionarnos y nos obligó a tomar conciencia, ya no solamente de la magnitud de los hechos, sino de muchas de las decisiones que estábamos tomando hasta entonces. Pudimos, algunos por primera vez durante meses, tener conciencia de cómo las pequeñas cosas y hábitos de nuestro día a día moldean nuestra vida. Algunos (entre los que me incluyo) aprovechamos para hacer listas de cosas pendientes, probar hobbies o cosas nuevas, crecer como aspirantes a Masterchef y, en algunos momentos, aprender a aburrirnos y a tomar distancia de todo lo sucedido.

 

Con el paso de las semanas, la situación evolucionó y empezamos a recobrar pequeños espacios y posibilidades de forma gradual y, en ese momento, apareció un dilema en nuestras vidas: “¿Cómo lo hago? ¿Cómo vuelvo a un ritmo de vida que me permita vivir en este mundo y seguir manteniendo este espacio que he ganado? ¿Cómo juego con la posibilidad de retomar mis amistades y obligaciones mientras me siento seguro? ¿Todo esto ha pasado?”

Algunos le llaman a la forma de manifestar estos miedos como “El Síndrome de la Cabaña”. Si bien es importante dejar claro que en ningún momento se trata de un trastorno psicológico, también lo es explicar que se trata de pequeños episodios de ansiedad y miedo que giran alrededor de salir a la calle, retomar las obligaciones previas a la situación generada por el COVID y sentirse inseguro en situaciones en la que uno puede estar en riesgo de contraer la infección.

 

Cuando el mundo viaja a la velocidad a la que viajaba a mediados de marzo, el que las normas cambien produce, como mínimo, cierto vértigo. Pasado la época de confinamiento, es normal salir a la calle y sentirse desprotegido, asustado o tener la sensación de vivir en una realidad paralela y, en ese sentido, también lo es entender que todas las personas que conocemos han pasado por ese cambio.

Así como no nos acostumbramos al confinamiento de un día para otro, sino que fue un proceso gradual en el que tuvimos que recalibrar distintas decisiones y organizarnos, el poder tomar cierta perspectiva y entender que seguimos siendo personas con poder de decisión ha de ser el primer paso para poder retomar esta “nueva normalidad” de una forma que nos permita seguir el ritmo que nos marca la vida sin olvidarnos de lo que hemos aprendido durante las últimas semanas. Una vez más, entender que el miedo no es “malo” (que sí desagradable) sino algo natural con lo que viven todos los seres nos permitirá normalizar situaciones estresantes y abrir una puerta que nos permita sentirnos acompañados en este momento (quizás menos difícil que el anterior, pero mucho más duro y confuso).

                

Como último, cabe decir que en un mundo que cada vez se esfuerza más para poner nombres (con el marketing que ello supone) a hechos que son naturales, me parece peligroso e irresponsable patologizar (o entender como una enfermedad) un proceso que, vistas las circunstancias, es perfectamente natural, comprensible y compartido por la gran mayoría de nosotros.

Psicólogo de Ita Anglí