Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, 1 de cada 4 personas sufre o sufrirá una enfermedad mental a lo largo de su vida (datos antes de la pandemia).
Si tenemos en cuenta los datos obtenidos a raíz del confinamiento derivado de la pandemia de salud mundial del COVID 19, varios estudios afirman que el 60% de la población europea sufre la llamada fatiga pandémica.
Uno de los colectivos que más está sufriendo son los jóvenes y adolescentes que han visto en un momento vital de su desarrollo personal como se les ha coartado cualquier intento de exploración y/o de contacto con sus iguales.
Las visitas en consultas psicológicas de este colectivo se han duplicado después del confinamiento. Los síntomas que más se presentan en niños y adolescentes son ansiedad, estrés y depresión, por detrás de los trastornos de conducta que han dejado de ser la primera causa por la que se acudía a los especialistas. Seguramente la falta de libertad y de ocio, sobre todo nocturno, han podido ser las causas de este descenso.
Sin embargo, en los niños más pequeños de entre 6-9 años se está viendo un aumento de ansiedad y estrés que se suele traducir en irritabilidad, ansiedad por separación y estrés. Los expertos aconsejan intentar poner palabras a las sensaciones que estos niños están viviendo.
Es importante pasar tiempo con ellos e intentar explicarles que aquello que están experimentando es un sentimiento que han de poder identificar y poder comunicar cuando no están bien.
Según el estudio publicado en España en Frontiers in Phycology, se afirma que 8 de cada 10 padres/madres percibieron cambios importantes en el comportamiento de sus hijos, durante el confinamiento. Estos cambios se podían identificar como: frustración, irritabilidad, enfado, aburrimiento, tristeza, nerviosismo o intranquilidad, entre otros.
Otro de los cambios que se vieron fue la dependencia con sus padres/madres, y un aumento del uso de los dispositivos móviles tales como teléfonos y/o tablets.
Siete semanas después del confinamiento, la revista científica Psicothema publicaba entre sus resultados del estudio que el 56% de los padres/madres habían identificado ansiedad en sus hijos/as y el 26% síntomas de depresión.
En España, el confinamiento duró 99 días, 99 días sin libertad de movimiento, 99 días sin socializar. 99 días son tiempo suficiente para hacer que los niños y adolescentes hayan sentido soledad, miedo, incertidumbre y hayan tenido más conflictos no solo con sus progenitores si no también con ellos/as mismos.
Los estudios han confirmado que un confinamiento afecta a la salud mental de todas las personas, y que es necesario una readecuación a la nueva realidad.
Contar con herramientas psicológicas para hacer frente a los problemas del día a día, y a la incertidumbre que situaciones como estas pueden desatar, puede ayudarnos a hacer frente a situaciones que puedan darse a lo largo de la vida; cuanto más preparados estamos, más fácil resulta hacer frente a los problemas del día a día.
Mantener un equilibrio y una buena salud mental es esencial para nuestro buen desarrollo mental y físico.