Terapia Familiar

Dos metáforas: Guía en la Psicoterapia Constructivista

17 de Enero, 2021 Gerard Paz Moreno

Centramiento

A menudo, las personas a las que atendemos nos explican que se sienten perdidas. Nos lo comunican, claro, con sus propias palabras, en su propio lenguaje, al cual debemos estar muy atentos. De una manera concreta nos dan detalles sobre su vida para que entendamos hasta qué punto se sienten desesperanzadas. Se expresan con su cuerpo, también, el cual subraya, matiza o amplia las explicaciones que nos ofrecen sobre su dificultad. Nos lo cuentan no sólo de una manera concreta, como decíamos, sino a través de metáforas: porque  quizás se sientan como un barco a la deriva y no sepan hacia donde remar; o hayan perdido el norte y ya no tengan brújula, o se sientan atrapadas en un intrincado laberinto; o caminen a tientas a través de una niebla espesa o sientan que están escalando una montaña altísima; quizás carguen con una piedra muy pesada sobre los hombros o, al contrario, sientan que podrían esfumarse como si fuesen aire en cualquier momento porque nada las ata a la tierra.

Todas estas personas, para el psicoterapeuta estadounidense Michael Mahoney, han perdido su centro, han sido desplazadas del núcleo de su vida hacia los costados, hacia arriba o hacia abajo, en alguna dirección alejada -en mayor o menor medida- de un sitio personal equilibrado y estable.

Considerar, pues, que las personas que atendemos, “han perdido su centro” conlleva, implícitamente, una definición de la psicoterapia, que, desde este punto de vista, vendría a convertirse en una práctica dirigida a “recuperar el centro”.

El centro en psicoterapia es obviamente una metáfora-guía, una generalidad que tiene como finalidad generar una imagen compartida entre terapeuta y paciente, un escenario en el que situar los problemas. Los ejercicios y técnicas de centramiento que Mahoney propuso – ejercicios de respiración, de equilibrio corporal, de relajación y meditación, de role-playing, de trabajo con los patrones y las relaciones, a las cuales nos referiremos con más detalle en un artículo posterior – acompañan al proceso terapéutico, inciden en la necesidad de estabilidad y equilibrio que los pacientes demandan.

Así, a partir de las técnicas de centramiento, estableceremos una forma especializada de comunicación con el paciente y un marco novedoso en el interior del cual trabajar su dificultad. Pero lo más importante es que, a través de ellas, metacomunicaremos sobre el sentido de la terapia – un lugar en el que experimentar y explorar “diferentes formas de ser”, en palabras de Mahoney – y redefiniremos, juntos, el problema presentado.

 

Ciclos de apertura y cierre

Otra metáfora-guía que reviste a nuestro parecer un gran interés es la de los ciclos de apertura y cierre. Revisaremos aquí brevemente el contraste entre el abrir y el cerrar en psicoterapia, a continuación, en su interacción con otro contraste, el del consuelo y el desafío, tal como propone Mahoney.

Los ciclos de apertura y cierre pueden apreciarse en el conjunto de la vida u observarse en episodios concretos, en una única sesión de terapia como en el global de un proceso terapéutico: hay momentos en que una persona se abre a nuevas experiencias (que es en definitiva el ingrediente principal del cambio), y hay momentos en que esa misma persona se cierra, se limita, se repliega. Desde un punto de vista constructivista, esta dinámica indisociable entre ambos extremos de una misma dimensión es autoorganizadora, necesaria en la conservación del orden interno del individuo.

Esta capacidad autoorganizativa, de autoprotección, que muestran las personas a lo largo de su vida y en las sesiones de terapia debe ser reconocida, validada y trabajada con suma atención por parte del terapeuta, quien respetará ese movimiento inteligente y conservador.

Una persona que se cierra restringe las posibilidades de experiencia con el mundo, de revisión de los significados; limita (en diferentes grados) la entrada de nueva información. Este cierre, que puede considerarse también un intento de solución frente a las demandas problemáticas de la vida, elimina o modula, quizá, la posibilidad de un daño ulterior, de una agresión mayor a la organización interna.

En terapia, un paciente puede cerrarse de diferentes maneras. Por ejemplo, llevando el diálogo a los mismos lugares, de manera invariable; mostrándose inflexible o rígido frente a la posibilidad de imaginar, de fantasear, de elucubrar; respondiendo con monosílabos o “no sé”, declarando su incapacidad para abordar determinadas cuestiones o rechazando propuestas y tareas del terapeuta. Un paciente puede cerrarse también mostrando con su cuerpo restricción, contracción, defensa.

Ese paciente, sin embargo, puede mostrarse abierto en terapia. Abierto a explorar nuevos significados, haciéndose preguntas a sí mismo, cuestionando sus propios patrones o su propia manera de interpretar el mundo. Se puede mostrar dispuesto a indagar, cognitiva o emocionalmente, en asuntos delicados, en episodios controvertidos de su historia; mostrarse dispuesto a ahondar en lugares desconocidos permitiendo que la experiencia le toque, le movilice o le incomode, le entristezca o le alegre.

Cuando la apertura va más allá de la explicación, ésta debe ser dirigida por el terapeuta a la acción, a la experiencia, para devolverla de nuevo a la explicación, circularmente, produciendo una revisión constructiva de los significados.

 

Consuelo y desafío

Ni la apertura ni el cierre, que utilizamos como metáfora, son deseables o indeseables en sí mismos y por tanto no deben ser juzgados por el terapeuta, indica Mahoney.

Para Michael Mahoney, como terapeutas, ajustamos nuestras acciones a los ciclos de apertura y cierre en función del contraste consuelo y desafío. Damos consuelo en el sentido de acompañar, dar apoyo en el sufrimiento, siendo una presencia estable y confiable en el tiempo para la persona que consulta. Para ello nos mantenemos presentes y firmes en los malos momentos y estamos disponibles.

Los pacientes que padecen ansiedad o que la depresión los ha detenido en el curso de la vida van a necesitar consuelo.

El desafío bien calculado, en cambio, promueve la expansión del ser y de las capacidades de manera asequible y paulatina, a través de un ritmo óptimo y cuidadoso, produciendo avance, desarrollo emocional, aprendizaje y logro. 

Los pacientes que se sienten determinados al cambio necesitarán, pues, del desafío cuidadoso, que tenga en cuenta sus capacidades actuales, a ellos animaremos “a correr el riesgo de adentrarse en nuevas fronteras”.

 

Bibliografia

Feixas, G. Villegas, M. Constructivismo y psicoterapia. Ed: Desclée, 2000, Bilbao.

Gergen, K. McNamee, S. La terapia como construcción social. Ed: Paidós, 1996, Barcelona.

Guidano, V. El sí mismo en proceso: hacia una terapia cognitiva postracionalista. Ed: Paidós, 1994, Barcelona.

Mahoney, M. Psicoterapia constructiva. Ed: Paidós, 2005, Barcelona.

Psicólogo de la Unidad de Terapia Familiar de Ita Urgell