Trastorno de Personalidad

Trastorno Límite de la Personalidad: "La chica mala" de las etiquetas psiquiátricas

20 de Septiembre, 2020 Mercedes Jorquera

En primer lugar, quiero anotar que el título del artículo se lo debo a la Dra. Dana Becker, profesora emérita de investigación en la universidad de Bryn Mawr, quien ha tratado de estudiar e investigar acerca del posible sesgo de género en el diagnóstico de distintas patologías y, entre ellas, el trastorno límite de personalidad.

 

Indicar, brevemente, que a éste se le define como un fuerte patrón de desregulación emocional, pensamiento polarizado y relaciones interpersonales caóticas caracterizadas por el temor al abandono y una continua alternancia entre la valoración y devaluación, persistente inestabilidad del estado de ánimo, de la autoimagen y de la conducta, así́ como del sentido de identidad, lo que puede llevar a periodos de disociación”. (APA, 2013).

 

Su nombre genera, para quienes no son expertos en la materia, cierta confusión y angustia. El término “borderline” (límite) lo popularizó Adolph Stern (1938), al caracterizar el límite entre la neurosis y la psicosis. Es en 1980 cuando aparece en la tercera revisión del DSM como un cuadro con entidad propia y no como un límite entre dos entidades nosológicas (Matusevich et al., 2010). A raíz de la confusión que el término “límite” genera en la comunidad y entre los profesionales, se encuentra en marcha una revisión a favor de la utilización de “desorden de la regulación de las emociones” (DRE).

 

Se estima que el 1,6% de la población adulta tiene TLP, pero puede llegar al 5,9%. Casi un 75% de las personas diagnosticadas con este trastorno son mujeres, pero investigaciones recientes sugieren que el porcentaje de hombres afectados puede igualar al de las mujeres. En el pasado, los hombres con trastorno límite de la personalidad eran a menudo mal diagnosticados con trastorno de estrés postraumático o depresión.

Estas diferencias tan llamativas en la incidencia y prevalencia del TLP, es lo que nos lleva a reflexionar sobre la posible influencia del sesgo de género en su diagnóstico. Como indicamos en el título, el TLP fue caracterizado como la “chica mala” de las etiquetas psiquiátricas (Becker, 2000); una denominación que implica una mayor utilización de este diagnóstico en las mujeres y un sesgo de género en la identificación de esta patología.

Por todos es sabido que cualquier estudio sobre la personalidad ha de tener en cuenta la raza, la cultura, el ambiente social y las ideologías de género que configuran cualquier patrón de funcionamiento. Existen escasos estudios transculturales sobre trastornos severos de personalidad y de literatura antropológica enfocada profundamente en el TLP (Sargent, 2003). Una excepción la constituye el sociólogo Wirth-Cauchon, quien presentó una recopilación del diagnóstico borderline como “la medicalización de los sentimientos y conductas autoagresivas de las mujeres en respuesta a las contradicciones de género y violencia de la sociedad moderna actual” (Wirth-Cauchon, 2001).

 

Desafortunadamente, los estudios de sesgo de género son equívocos y no aportan datos que clarifiquen esta hipótesis. A pesar de que estudios empíricos con muestras clínicas reportan, en general, mayor prevalencia en mujeres (Maier, Lichtermman, Klinger, Heun y Hallmayer, 1992), trabajos realizados en pacientes ambulatorios con depresión mayor encuentran que los hombres tienen criterios de TLP más frecuentemente (Carter, Joyce, Mulder, Sullivan, Luty, 1999) o que no existe diferencia de género significativa (Golomb, Fava, Abraham, Rosenbaum, 1995). El único estudio basado en representación poblacional para evaluar la prevalencia del TLP en muestras comunitarias fue realizado en Noruega por Torgensen y cols. en 2001 y no halló diferencias significativas de género (Torgersen, Kringlen, Cramer, 2001).

Diversos autores han tratado de dar una explicación a esta diferencia en la incidencia diagnóstica del TLP aportando datos sobre diferencias de género halladas. Por ejemplo, Zanarini (Zanarini, Frankenburg, Dubo, Sickel, 1998) encontró diferencias de género en el trastorno de control de los impulsos, observando que los hombres presentan, en mayor medida, abuso de sustancias y las mujeres trastornos de conducta alimentaria; resultados similares a los que años más tarde encontró Zlotnik (Zlotnik, Rothschild, Zimmerman, 2002). Desde la teoría de Linehan de la invalidación emocional (Linehan, 1993) la diferencia de género en la frecuencia del diagnóstico de TLP se podría explicar, en cierto sentido, por la invalidación de capacidades en las mujeres que son identificadas como más propias de los varones como pueden ser las habilidades mecánicas, los logros deportivos, el interés por la ciencia y la investigación o el pensamiento lógico. En este sentido, las niñas podrían verse afectadas si sus capacidades y talentos coinciden con aptitudes recompensadas en los varones, pero invalidadas en las mujeres. Cuando los talentos valorados en los hombres no coinciden con los talentos e intereses valorados en las mujeres, las niñas no sólo no son recompensadas por sus características, sino que además pueden ser juzgadas por sus conductas “masculinas”. Para la niña que es castigada por tener características que interfieren con el ideal de mujer cultural, la vida puede ser aún más difícil si tiene hermanos que no son castigados por tener las mismas conductas o hermanas que logran los estándares de feminidad. En estas condiciones es imposible pensar cómo esa niña puede crecer sin pensar que “hay algo malo en ella” (Linehan, 1993).

 

Como podemos observar, a pesar del interés que suscita el tema sobre la posible influencia o existencia de un sesgo de género en el diagnóstico del TLP, sin embargo, no podemos contar con datos concluyentes que nos pueda aclarar tal hecho. Sin duda, los datos clínicos y epidemiológicos aportan evidencia altamente significativa, sin embargo, todavía, falta recorrer el largo camino de los orígenes de los trastornos mentales y el porqué de su prevalencia para aclararnos dudas como la que planteamos en esta reflexión.

Directora de Ita Previ Valencia

 

Licenciada en Psicología por la Universidad de Valencia.

Doctorada en Psicología Clínica en el departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia.

Experta en Trastorno de Personalidad y Trastorno de Conducta Alimentaria

 

Acreditada por el Behavioral Tech (Linehan Institute) como experta en Terapia Dialéctico Comportamental (DBT)

Especialista en Ro DBT

Miembro del Servicio de Atención Psicológica Escolar Externa (S.A.P.E.)