Trastornos de la Conducta Alimentaria

Marketing y Alimentación

02 de Octubre, 2022 Pablo Catalán

Durante las últimas décadas los patrones de alimentación han ido evolucionando debido a los avances tecnológicos y productivos que se han dado principalmente en los países desarrollados. Con estos avances se ha pasado de un modelo en el cual únicamente se trataba de cubrir las necesidades alimentarias básicas hacia otros modelos en los que estas necesidades se satisfacen con relativa sencillez y la alimentación pasa a ser elemento experiencial de consumo.

 

Alrededor del acto de comer no sólo se tiene que decidir qué se come, sino también cuándo, cómo, con quién y por qué se hace, esto le confiere una cierta complejidad a esta acción, y con ella se le confieren diferentes significados.  

 

El marketing alimentario ha sabido entender este nuevo modelo de consumo de alimentos, elaborando y poniendo en el mercado una gran variedad de productos complejos, que rompen la antigua noción de alimento para vender emociones, experiencias y modos de vida.

Está bastante normalizado encontrarnos con anuncios en los que se vinculan ciertos alimentos a momentos festivos, a la emoción de felicidad o incluso a cierto erotismo, entre otros, siendo realmente estas asociaciones las que constituyen el eje central del producto, apartándonos de su valor puramente alimentario.

 

Fruto de la combinación entre esta función “construida” de los alimentos y el alejamiento del consumidor respecto al sector primario, se crea una desconexión entre este y la producción de la materia prima alimentaria, que desemboca en una más que habitual tergiversación alimentaria.

 

Esta nube de confusión alimentaria es el caldo de cultivo idóneo para construir consumidores fácilmente maleables y sugestionables, a los que es sencillo venderles productos que satisfagan multitud necesidades e inseguridades, dándole un nuevo valor al acto de comer.

Si a todo este le añadimos un contexto social en el que existe un culto hacia la delgadez exagerada e irreal, vinculada con la salud, el cuidado y al éxito, a la par que vivimos en un entorno que difícilmente aporta el tiempo y los recursos necesarios para cumplir con este ideal, se obtiene una fuente clara de consumidores con la necesidad de productos que puedan ayudarles a conseguir este ideal.

Para satisfacer estas demandas aparecen numerosas etiquetas comerciales, en algunas ocasiones con fundamento dietético-nutricional, pero en otros casos como herramientas puramente de marketing, como pueden ser el caso de los “superalimentos” o los “productos quemagrasas”. Este funcionamiento también se extrapola a las dietas, muchas veces promocionadas con intereses económicos, y las cuales son convertidas en otro producto de consumo e identitario, y que en muchos casos constituyen todo un modo de vida.

 

Las nuevas tecnologías y las cada vez más usadas redes sociales han creado lo que se podría denominar como “publicidad a la carta”, donde el contenido y los anuncios que el usuario/consumidor recibe están personalizados, haciendo que estos tengan una mayor capacidad de penetración en el receptor haciéndolo todavía más vulnerable a la distorsión alimentaria y a la frustración de productos que no cumplen con sus expectativas, frustración que en vez de externalizarse en la incompetencia del artículo se interioriza como propia.

 

La incapacidad de alcanzar objetivos genera un claro problema de autoestima que en ocasiones conduce a aumentar el consumo de este tipo productos/dietas sin que estos cumplan con sus expectativas, retroalimentando la frustración y cayendo en bucles negativistas con prácticas cada vez más extremas, disfuncionales y nocivas.

Nutricionista especializado en Trastornos de la Conducta Alimentaria en Ita Sabadell

Graduado en Nutrición humana en Universidad de Zaragoza

Máster en intervención psicológica en Trastornos de la Conducta Alimentaria y la Obesidad en Universitat de Barcelona