Trastornos de la Conducta

El verano como factor de riesgo en el abuso del uso del teléfono móvil

14 de Agosto, 2022 Aleix Cortés

La implantación y normalización del uso de las pantallas que ha ido ganando terreno en nuestra sociedad y, de forma aún más intensa, entre la juventud y adolescencia, hace que hoy en día la práctica totalidad de la juventud tenga acceso a Internet y dispositivos, casi siempre un móvil propio, con el que acceder a todas las potencialidades que el mundo digital ofrece.

 

Este hecho juntamente a que el verano es un espacio donde el tiempo libre abunda entre los adolescentes, después de, en muchos casos, realizar esfuerzos para cumplir con todas las obligaciones requeridas., hacen que durante la adolescencia temprana (entre los 10 y los 13 años), los límites y normas acerca del uso del teléfono móvil sean más marcadas y dificultan un uso excesivo de estos dispositivos, además es una etapa donde la mayoría de los adolescentes participan de campamentos, colonias o casales de verano donde estos dispositivos también se encuentran limitados. Se convierte en tarea más complicada en la adolescencia media donde estas actividades tienden a perderse y el tiempo libre o de ocio esta menos sujeto a la supervisión de los adultos, estos hechos facilitan el aumento en número de horas respecto a otras épocas del año.

 

En este aumento del uso del teléfono móvil se debe tener en cuenta que esta herramienta es hoy en día y en sí misma un elemento de ocio, de forma que, juegos para los que hace unos años se tenía que quedar hoy en día se juegan online, películas que antes se veían en el cine ahora se ven a través de plataformas y, conversaciones que antes se tenían fuera de casa ahora se tienen a través del teléfono móvil, incluso en grupo.

 

La juventud y adolescencia actual son nativos digitales, esto quiere decir que su relación con las pantallas se da desde muy temprana edad, por lo que han desarrollado una gran familiaridad con las mismas y las utilizan para múltiples usos. Y el ocio no escapa a esta nueva forma de acercarse al mundo donde lo digital toma un protagonismo específico. Se amplían los espacios de socialización digital y virtual a través de un ocio saludable más diverso. Así, el ocio se le otorgan algunas características distintivas que lo diferencian del ocio tradicional.

 

Por un lado, su inmediatez dado que siempre está disponible y eso hace que pueda disfrutarse en pequeños momentos elegidos por el propio usuario, y concediéndole un cariz interactivo, selectivo y móvil que, por la contra, lo hace menos duradero y microsegmentado. En segundo lugar, el ocio digital tiene rasgos de permanencia dado que la conexión es constante y expone de manera continuada a la persona ante sus iguales generando una extimidad que consiste en mostrar hacia el exterior una autoimagen positiva de la intimidad como parte sustancial de las prácticas de socialización en el tiempo libre, este hecho tiene mucho que ver con la construcción de la identidad y de la identidad digital. Y, relacionado a lo anterior, el tercer factor del ocio digital es su valor para construir referentes identitarios de la juventud que dan pie a una individualidad propia y nueva interconectada que genera temas de conversación y marcadores generacionales. Un ocio digital que, para evitar que se convierta en un nuevo elemento de exclusión y discriminación para los colectivos más vulnerables, debe vencer la brecha digital. Una dificultad que, en ese contexto y entre nativos digitales, principalmente se relaciona con el acceso a dispositivos y conexión a Internet, si bien, como ya vimos, no debe perderse de vista la enseñanza para hacer un uso responsable, y no solo en cuanto al tiempo, sino también en relación a los comportamientos que se tienen, la información personal que se vuelca en la red, la gestión emocional del feedback que se recibe, y la capacidad crítica para discernir entre información y opinión, y entre opinión fundamentada o no fundamentada, entre otras cosas. Así, “los individuos sin medios son privados de acceso a muchos espacios sociales porque no pueden costeárselo”, y en este caso la ausencia de acceso a Internet y de ocio digital puede restar interacción del sujeto con su círculo y alejarle así de sus iguales.

Todos estos aspectos hacen que este aumento durante el verano esté relacionado con el ocio, pero la pregunta importante que nos debemos hacer se parece más a: ¿cuándo es este uso problemático? ¿De qué forma podemos clasificar estos usos?

En el ámbito de las dependencias es común encontrar conceptos muy estrechamente relacionados tales como uso, abuso y adicción, sin un consenso académico sobre los mismos hasta el momento. No obstante, vamos a abordar estos tres entendiendo que son suficientes para entender cuándo hablamos de un aumento circunstancial y cuándo hablamos de una problemática más profunda.

Así, entendemos por “uso”; el empleo de pantallas sin ningún calificativo más, sin juicio de valor, sin incluir en el concepto ninguna valoración de si este es adecuado, mucho o poco. Un uso de pantallas que se ha normalizado en los últimos años, es decir, se ha extendido de tal forma que prácticamente toda la población adolescente utiliza a diario alguna pantalla e incluso la sociedad requiere de ellos que las usen en sus obligaciones básicas.

Por otro lado, hablamos de “abuso” cuando nos referimos tanto al tiempo de uso de pantallas, concretamente cuando este excede de las seis horas diarias, como referencia orientativa, como a las consecuencias de este uso sobre el autocontrol y dependencia de las mismas. Dado que hoy en día el uso de pantallas excede del mero entretenimiento y aglutina una gran variedad de utilidades, como ya hemos dicho, (comunicación, relación con iguales, uso escolar, búsqueda de noticias e información…), hemos querido marcar ese límite en las seis horas diarias, a pesar de que varios organismos recomiendan que el uso en la adolescencia sea inferior a las dos horas.

El vincularse tanto tiempo en el mundo de las pantallas conlleva, en muchos casos, problemas en la asunción de responsabilidades (estudio, relaciones físicas personales, relaciones familiares y compartir actividades, etc.) lo que limita el desarrollo personal y social de niños, niñas y adolescentes en todos los ámbitos de la vida.

 

Otro concepto que se maneja es el de adicción comportamental, y que está relacionado con las emociones que despierta el hecho de utilizar pantallas. Consideramos que se da un uso adictivo cuando el uso, o la ausencia de este, genera ciertos niveles de aislamiento, ansiedad, falta de control y dependencia. Así puede darse una necesidad irrefrenable de mantener el enganche a la pantalla, convirtiéndose en una manera de eludir la realidad hasta que los niveles de aislamiento, ansiedad, dependencia y falta de control terminan interfiriendo en el normal desempeño de otras áreas de la vida. Es cuando se detectan posibles síntomas patológicos importantes (ansiedad, aislamiento, depresión, etc.) que reflejan el inicio del comportamiento adictivo sin sustancia.

Con esto no queremos realizar un diagnóstico a distancia sino poner en referencia aquellas conductas que puedan ser normativas de las que no y instar a los lectores a buscar ayuda en el caso de detectarlas o de tener dudas al respecto.

Psicoterapeuta en la unidad de Trastornos de la Conducta en Ita Argentona

Psicólogo voluntario para la atención de refugiados del conflicto en Ucrania