La adolescencia es un período de inestabilidad emocional y ansiedad. En adolescentes con Trastorno del Espectro Autista (TEA) puede suponer una etapa complicada y a la que deben adaptarse ellos mismos, así como su entorno más próximo.
A nivel emocional y conductual, pueden existir cambios súbitos de humor, agresiones y autoagresiones, desafíos y discusiones que pueden ser más notables. Estas conductas pueden suponer mucha disfuncionalidad y afectar en la calidad de vida de las personas en el domicilio familiar así como en su entorno natural.
Ante un problema de conducta, es habitual que haya desconcierto porque no existen soluciones claras para resolver los problemas, exista ansiedad o desgaste, así como algunas emociones negativas como sensación de fracaso, frustración…
Las alteraciones conductuales, a veces se viven como un desafío, pero la persona con TEA no busca desafiarnos, sino que, como profesionales o familias, debemos realizar la lectura que las alteraciones conductuales suponen un desafío para el profesional, familia o persona que tienen delante, ya que son disruptivas y debemos actuar para fomentar la calidad de vida de estas personas y las de su entorno. Si realizamos esta lectura y no le otorgamos a la persona con TEA una intencionalidad de desafío probablemente nuestra respuesta a éstas pueda ser mucho más adecuada.
Es importante ante una conducta que supone un reto, pensar en cómo es y para qué sirve. Para así, poder hacer un buen análisis, una buena herramienta puede ser el registro de un análisis funcional de la conducta, para así poder intervenir y pensar estrategias para así modificarla.
Además, cabe tener en cuenta que para que una conducta suponga un reto, debe ocasionar daño a la persona con TEA o a su entorno, producir una interferencia en sus aprendizajes o en los de sus compañeros, suponer una regresión o afectar a habilidades ya aprendidas, o bien limitar sus posibilidades de integración.
Seguidamente, con el fin de comprender el por qué de las conductas y qué finalidad tienen para la persona con TEA, la teoría del Iceberg nos puede ayudar a tener una visión más global, ya que nos da información de las dificultades subyacentes y características que pueden también dar explicación a estas conductas. Whitaker, (2001) menciona que “para eliminar los problemas de conducta de un niño con autismo hay que ser capaz de comprender y dar sentido a esa conducta”.
A continuación es importante tener en cuenta que para conseguir que una persona cambie su comportamiento, algo debe ser modificado. Por ejemplo, cambiar el entorno puede ser determinante para la persona con TEA y el hecho de provocar cambios en el entorno da lugar a cambios de conducta.
A veces ese cambio necesita venir de nosotros o necesitamos crearlos nosotros mismos. Ahí es donde está el problema, es fácil centrarse en la necesidad de cambio de la persona, pero no nos gusta mirarnos a nosotros mismos… Pero es crucial como personas y también como profesionales, revisarnos a nosotros mismos y valorar si estamos haciendo bien las cosas. Es por eso, que a menudo podemos cometer algunos errores de base como atribuir que las conductas son con maldad, que actuemos de forma irreflexiva, ver solo el comportamiento a eliminar, que las personas que estamos interviniendo en la conducta lo hagamos todos de forma diferente y no tener una coherencia, etc.
Finalmente, destacar que no siempre sirven las mismas estrategias y debemos hacerle un “vestido a medida” a cada uno e individualizar la intervención. Las estrategias más comunes pueden ser: refuerzo positivo, intermitente, planificar el uso de los reforzadores, economía de fichas, realizar extinción, proporcionar pautas claras y concretas, etc.
Como reflexión final, mencionar que las conductas que son un reto para familias y profesionales, pueden suponer mucho desgaste físico y emocional a las personas que rodean a las personas con TEA… pero no debemos abandonar ni rendirnos… “El mundo no se cambia de golpe, pero sin tu grano de arena no se haría la montaña” (Álvarez, 2020).