Las personas que sufren de un Trastorno de la Conducta Alimentaria suelen tener como factor común una baja autoestima de la mano de una pobre gestión emocional. Las conductas asociadas al trastorno son llevadas a cabo como una vía para dar salida a ese malestar. Además, en la mayoría de los casos concluyen que hay una correlación directa entre el cuerpo y el éxito social.
Es multicausal el precipitante del trastorno. Sin embargo, con asiduidad nos encontramos con que los pacientes responsabilizan al cuerpo de muchas de las cosas que no funcionan en sus vidas ¿Y cómo llegan a esa conclusión?
La infancia y la adolescencia son las etapas más importantes en el desarrollo de la identidad, la cual podría definirse como la construcción que cada individuo hace sobre sí mismo a partir de las experiencias que tiene a lo largo de su vida. Cada persona va sacando conclusiones acerca de la realidad, y es aquí donde se crean parte de las creencias distorsionadas sobre el mundo, o sobre uno mismo. De ahí surgirá la necesidad de cambiar lo que considere que no encaja con su entorno, llegando a la conclusión que lo único modificable es su aspecto físico.
El adolescente busca ser aceptado por su grupo de iguales y definirse más allá de los aprendizajes previos familiares teniendo cierta independencia de juicio. Esto hace que sea el periodo con mayor riesgo de desarrollar un trastorno de alimentación ya que, como el adolescente ansía la aceptación social, hará cualquier cosa con el fin de encajar en caso de no haber percibido como válida la identidad que está creando.
El bullying se caracteriza por constantes agresiones y/o humillaciones hacia una persona por parte de sus iguales que va generando una erosión en la autoestima. Esta serie de eventualidades suelen aparecer en entornos educativos y sociales, marcando un antes y un después en la vida de un adolescente. En muchas ocasiones son comentarios despectivos en formato de burla sobre alguna característica del otro. Es por eso por lo que la persona agredida comienza a conectar con una insatisfacción corporal o de sus características individuales, devaluándose entonces su imagen y viéndose atentado su autoconcepto.
Las situaciones de bullying generan gran sufrimiento, porque ponen en cuestionamiento la valía que uno tiene. En muchas ocasiones esto lleva a conectar a la persona con el rechazo y con la culpa. Estas variables suelen formar parte del caldo de cultivo para el desarrollo de un TCA. Es entonces cuando a través de la comida se busca lidiar con ese malestar (incluso se puede llegar a castigar a sí mismo por tener esas características) o bien se utiliza el control de la comida y/o actividad física con el objetivo de que el cuerpo cambie creyendo que así será aceptado.
A partir de aquí, su identidad comienza a difuminarse. Empiezan a estar más pendientes de los otros, evaluando continuamente si hay riesgo de ser agredido. Para disminuir esa posibilidad, se sobre-adaptan y comienzan a realizar conductas complacientes. De modo que, dejan de escuchar qué necesitan ellos, poniendo la mirada en qué quiere el otro. En consecuencia, esto incluye también el control sobre la imagen corporal, encontrando en ello una falsa sensación de seguridad.
Todo ello termina generando un círculo vicioso que acaba extrapolándose al resto de áreas de la vida, siendo el cuerpo y la comida el intento de solución por excelencia, y considerando que alcanzar la imagen ideal le eximiría de seguir sufriendo. Esto conlleva un malestar al no conseguir los objetivos que la persona anticipaba.
Para poder reparar la identidad, será necesaria una intervención multidisciplinar para repasar las conclusiones distorsionadas, redefinirse, y ser acompañados en todas las áreas que se han visto dañadas en el proceso.