En el proceso de recuperación de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), la reaparición de la menstruación suele entenderse como un signo clínico positivo. Médicamente, indica que el cuerpo comienza a restablecer funciones hormonales básicas, interrumpidas por la desnutrición o el estrés físico prolongado. Pero ¿qué ocurre a nivel psicológico cuando vuelve la menstruación? ¿Cómo vive una persona con TCA este retorno del cuerpo a su ciclo?
Desde una perspectiva clínica, la menstruación es uno de los indicadores más utilizados para valorar la mejoría. No obstante, como señalan diversos estudios, su reaparición no siempre coincide con el aumento de peso o el cumplimiento de metas nutricionales. Esto sugiere que hay factores psicológicos en juego que condicionan el equilibrio hormonal más allá del estado físico aparente. Algunas pacientes recuperan el peso, pero no el ciclo; otras inician la menstruación sin sentirse todavía en paz con su cuerpo.
Para muchas mujeres, la pérdida de la menstruación no es solo una consecuencia biológica, sino una expresión simbólica del conflicto con la feminidad, la adultez o el deseo. En estos casos, el rechazo inconsciente al ciclo menstrual puede estar relacionado con el deseo de evitar el desarrollo corporal, la sexualidad o el rol social asignado al género. Así, el cuerpo silenciado por la amenorrea se convierte en un grito que pide comprensión más allá del síntoma.
Durante la recuperación, el regreso del ciclo menstrual no siempre se vive como una victoria. Puede generar miedo, malestar o la sensación de que se está perdiendo el control sobre el propio cuerpo. Por eso, es fundamental ofrecer un acompañamiento terapéutico que no solo celebre los signos físicos de mejoría, sino que valide los sentimientos contradictorios que estos pueden despertar.
A nivel simbólico, la menstruación puede resignificarse en el proceso de recuperación: no como un recordatorio de vulnerabilidad, sino como un signo de vitalidad, de conexión con el cuerpo y de recuperación de funciones naturales perdidas. Este cambio no ocurre automáticamente, sino a través del trabajo psicológico: elaborando miedos, cuestionando creencias culturales y permitiendo que la paciente reconstruya una relación más compasiva con su cuerpo cíclico.
La recuperación en los TCA no se limita a alcanzar un determinado índice de masa corporal ni a registrar el retorno del ciclo menstrual. Es, ante todo, una reconstrucción del vínculo con el cuerpo, con la identidad y con la vida emocional. En ese camino, la menstruación puede dejar de ser un síntoma temido para convertirse en una aliada silenciosa que señala que el cuerpo —y la persona— están volviendo a habitarse.