Imagina que todas las personas de tu entorno hablan otro idioma que no comprendes del todo bien, que te irritan o molestan determinados sonidos, luces o texturas que otras personas parecen no percibir, que mirar a la cara a los demás se siente muy incómodo, que muchas situaciones sociales te parecen un poco confusas. Imagina que, desde que eras pequeño, te han dicho alguna vez, o has sentido, que eras algo diferente a los demás, raro, sensible...  

Muchas personas que acuden a nuestro centro expresan sentirse de esta manera. Cuando les explicamos porque les sucede todo esto, y le ponemos nombre, sienten un gran alivio:”lo que me sucede parece tener una explicación”.   

El trastorno del espectro autista (TEA) es una forma diferente de estar en el mundo. Algunas personas con diagnóstico de TEA pueden hablar mucho, otras muy poco. Algunas son muy sensibles al ruido, otras parecen no notar los estímulos que están alrededor. Algunas tienen una gran memoria, otras se distraen constantemente. Por eso lo llamamos "espectro". No existe una sola forma de ser autista, igual que no hay una sola forma de “no ser autista”.  

La valoración y el diagnóstico de TEA se basa en entender cómo funciona la mente de la persona. Para eso, podemos utilizar entrevistas diseñadas para ese fin, la observación y distintas pruebas estandarizadas que nos ayudan a conocer ese funcionamiento.  

Esta valoración puede incluir: 

• Entrevistas, donde se explora el desarrollo desde la infancia temprana. 
• Observación directa mediante pruebas estandarizadas y estructuradas.  
• Pruebas neuropsicológicas, que nos permiten evaluar funciones cognitivas como las capacidades intelectuales, procesos atencionales, flexibilidad cognitiva, o el lenguaje, entre otras.   

Lo esencial es que el diagnóstico ayuda a la persona a comprenderse mejor y, además, pueda recibir los apoyos y las ayudas necesarias para adaptarse mejor a su entorno y sentirse aceptada, acompañada, y segura.