Los trastornos de la conducta alimentaria los sufren en mayor medida las mujeres (90%) en comparación con los hombres (10%). El síndrome más frecuente es el trastorno de la conducta alimentaria no especificado y el trastorno por atracón (este último con muy poca diferencia en la prevalencia entre hombres 2% y mujeres 3.5%). En segundo lugar se encuentra la bulimia nerviosa, más frecuente en hombres que la anorexia nerviosa. A pesar de eso, en todos los casos la incidencia siempre es mayor en mujeres que en hombres.
Parece que cuanto menor es la edad del paciente, mayor es el número de hombres con trastorno de la conducta alimentaria.
Menos detección de casos
Una de las razones por las que la prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria es menor en hombres podría ser la menor detección de casos. Esto podría tener que ver con:
- La posible estigmatización que podría padecer el paciente por tratarse de una enfermedad más asociada a las mujeres. Los hombres vivirían su trastorno más en secreto y buscarían menos ayuda y tratamiento. El reconocimiento de un TCA podría implicar una amenaza y posible crisis de identidad masculina (Andersen, 1985; Morgan, 2008).
- Existen dificultades en el diagnóstico clínico porque no existen marcadores físicos propios de las mujeres, como la amenorrea, y suelen aparecer diferentes preocupaciones, no tan centradas en el peso como en la figura o el tono muscular. Los hombres suelen padecer en mayor medida trastornos que se encuentran, según De la Serna (2001), dentro de la “epidemia oculta” (bulimia nerviosa, trastorno por atracón o el síndrome de dependencia a la actividad física). Estos suelen cursar con menos complicaciones físicas o menos evidentes.
Los factores de riesgo
En cuanto a los factores de riesgo, ser mujer biológicamente implica mayor riesgo para padecer un TCA. Se han realizado estudios sobre los factores biológicos prenatales que inciden en la prevalencia en hombres y en mujeres (Procopio y Marriott, 2007; Colbert y colaboradores, 2008) que apoyan esta afirmación. Otros factores de riesgo a tener en cuenta es la realización de una dieta que implique una restricción alimentaria y el perfeccionismo como rasgo temperamental. Según Vandereycken y Van den Broke (1984), los hombres con TCA tienden a la intelectualización, perfeccionismo, rigidez y a ser más obsesivos.
En cuanto a la orientación sexual, existen datos contradictorios sobre si hay mayor prevalencia o no en hombres homosexuales. Lo que sí apoyan varios estudios, es que hay mayor prevalencia en el caso de hombres homosexuales que han asumido un rol femenino. (Herzog, 1984, 1991, Silberstein, 1989, Fichter , 1987). Estos también sufren mayor malestar con la imagen corporal.
En la sociedad, se observa un cambio en el modelo estético masculino, pasando del modelo delgado, a un modelo musculado-tonificado.
Aunque la prevalencia es menor en hombres que en mujeres, el TCA en los hombres, en general, es más grave, por la tardía detección (Morgan, 2008), y presentan más trastornos comórbidos, lo que puede empeorar el pronóstico (Serna, 1996).
La clínica del trastorno no difiere mucho entre hombres y mujeres. Algunos diferencias tienen que ver con la alexitimia sexual, mayor en hombres y una hiperactividad más intensa y frecuente (Crisp, 1983; Serna, 2001).
El TCA en hombres se asocia con perfiles de personalidad obsesivos, esquizoides y psicóticos.
Es importante hacer prevención en mujeres y también en hombres, haciendo hincapié en: deporte sano, hábitos saludables y actitud crítica para los modelos estéticos y roles de género tradicionales.
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