El inicio de curso puede ser un momento emocionante para el adolescente, pero también puede ser un momento de estrés y de malestar psicológico. Es un periodo de ajuste que plantea retos al adolescente, pero que también supone un desafío para el sistema familiar y la escuela, especialmente si el menor tiene dificultades intrafamiliares, de neurodesarrollo, de regulación emocional o conductual.
Os planteamos factores estresantes a los que se puede afrontar el menor durante este periodo:
- Cambio de rutina. Adaptarse a una nueva rutina y horarios les puede resultar una tarea difícil de sostener, y puede generar situaciones de estrés y tensión en el sistema familiar.
- Cambios físicos propios del desarrollo madurativo. La adolescencia se caracteriza por la secreción de un alto nivel de hormonas que no solo afecta al estado anímico, sino también generan un despertar gonadal. Por este motivo, el cuerpo del adolescente cambia de manera muy desigual, incluso en menores del mismo rango de edad.
- Nuevos desafíos académicos. Cada año escolar les supone nuevas metas a alcanzar, por lo que pueden sentirse ansiosos y conectar con el miedo sintiendo que no son capaces de lograrlo.
- Presión y expectativas. El sentir que deben cumplir con expectativas propias (autoexigencia) o con expectativas externas (familiares, profesores...) les puede generar un alto nivel de presión y frustración.
- Asumir responsabilidades. El adolescente se va dando cuenta progresivamente de que sus actos tienen consecuencias, y ello le permite desarrollar su conciencia moral y su autonomía.
- Integración social. En la etapa de la adolescencia, las prioridades cambian; su grupo de iguales se convierte en su principal fuente de interés, mientras que la familia queda en un segundo plano. Ajustar este cambio en la dinámica familiar puede conllevar fricciones.
- Gestionar la incertidumbre. El adolescente se ve interpelado a tomar decisiones acerca de su futuro sin a veces tener clara su propia identidad.
A continuación, os planteamos algunas recomendaciones a tener en cuenta para que podáis acompañar de la mejor manera posible al adolescente en este inicio escolar:
- Comunicación abierta. ¡Habla con él! Crea espacios de reunión cotidianos en los cuales cada miembro de la familia podáis compartir cómo le ha ido el día y cómo está. Es importante que seáis los padres, madres o cuidadores principales quienes iniciéis este tipo de conversación, para promover una comunicación no solo descriptiva, sino también emocional. No esperéis siempre la respuesta que deseáis. Se trata de un proceso, hay que respetar sus ritmos.
- Escucha activa. ¡Escúchale, no le juzgues! Como padres se tiende a pensar que a más acción, más implicación en la crianza de los hijos. En cambio, lo que más valoran los menores es que las figuras cuidadoras estéis presentes en su día a día y que les dediquéis tiempo a escucharlos sin juzgarlos.
- Apoyo emocional. ¡Reconócele y valida sus emociones! Es probable que al inicio de curso conecte con sus propios miedos; miedo al fracaso, sentimiento de incapacidad, miedo a decepcionar, etc. Ayúdale a identificarlo y a elaborar estrategias de gestión.
- Establecer objetivos claros y alcanzables. ¿Qué te gustaría conseguir? Ayúdale a que se plantee sus propios objetivos y que estos sean concretos y realistas. Le va a motivar.
- Planificación anticipada. Un poco de estructura. Planificar con anticipación sus horarios y actividades le va a permitir tener una estructura y tener un sentimiento de seguridad y control.
- Generar sensación de falso control. Confía en él. Al adolescente le reconforta saber que tiene cierto poder de decisión. Una manera de crear esa percepción es ofrecerle varias opciones seleccionadas y filtradas previamente por la mirada adulta. De esta manera, le transmites al menor que tú como adulto confías en su criterio, permitiéndole tomar sus propias decisiones dentro de unos límites razonables. Sentir que tienen cierto control y autonomía en sus decisiones les va a ayudar a reducir las resistencias y conflictos.
- Reconocer los esfuerzos. Celebra los pequeños logros. En general, tendemos a poner el foco de atención en los errores, pues es lo que requiere de mejora. Celebrar los “pequeños logros” va a ser uno de los motores que ayudan a promover y mantener el espíritu de superación.
- Diferenciación. Separa el adolescente que es tu hijo del adolescente que fuiste tú. Darle indicaciones de lo que debe ser o de lo que es lo correcto, a base de tu propia experiencia, va a generar en el adolescente una reacción resistente y de oposición. Comparte con él tu propia experiencia, desde lo emocional y no tanto desde la imposición.
- Ocio saludable, no saturable. No tengas miedo a que un adolescente tenga tiempo libre. Debe ser uno de los focos de trabajo para el adolescente. Que haga actividades de ocio es muy positivo, pero es importante que pueda sostenerlo.