Existe una creencia generalizada de que los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) son una enfermedad que afecta a "chicas jóvenes" preocupadas por su imagen. Esto dificulta su detección en edades más avanzadas. Es más difícil identificar conductas patológicas por el hecho de que lleven muchos años instaladas en sus rutinas. También hace que no se pida ayuda y que, por tanto, convivan con ellas.
Hace años no había tanta información como existe ahora sobre esta enfermedad por lo que mayoritariamente se atendían los casos más agravados. Esto favorece que, en la actualidad, en los casos de pacientes adultas que atendemos, el trastorno haya tenido un largo recorrido y en esa evolución se haya pasado por diferentes fases sintomáticas: restrictivas, purgativas, atracón. Al no ser identificadas estos pensamientos y conductas como patológicas, llegan a convertirse en hábitos instaurados y naturalizados. Es por esto que cobra tanta importancia la psicoeducación en esta población.
En la práctica clínica, lo que solemos encontrar son personas conscientes de que sus hábitos difieren de lo normativo. Por esta razón, bien son ellas las que solicitan la ayuda por encontrarse en una situación de desborde emocional o la petición de ayuda proviene por parte de sus parejas o familiares directos, ya que este problema esté influyendo en la convivencia familiar.
Al trabajar de forma individual con un perfil de pacientes con similares características, se decidió poner en marcha un recurso grupal. La necesidad surge de que han vivido su enfermedad de forma aislada durante mucho tiempo, siendo este un espacio donde sentirse identificada y acompañada y que les sirva como "válvula de escape”, ya que en muchas ocasiones no se sienten entendidas por los de su alrededor o lo viven en silencio para no generar más preocupación.
En Ita ABB Jerez se realiza un seguimiento individualizado, psicológico, psiquiátrico, nutricional y médico y, de forma complementaria, se desarrolla una sesión grupal semanalmente.
Los criterios de inclusión en este grupo son: personas de más de 25 años, diagnosticadas de un TCA y con una situación de autonomía y emancipación.
Los objetivos principales se enfocan en dos vías:
Una más ligada al síntoma en sí, toma de conciencia de la relación con la comida a lo largo de su vida. Desmitificar falsas creencias sobre la comida y fomento de hábitos saludables, aprender a tener un plan alimentario equilibrado y ordenado.
Otra más enfocada al trasfondo de este trastorno, como es la mejora de conciencia de enfermedad, identificar factores desencadenantes, predisponentes y mantenedores. Identificación de emociones asociadas a las conductas patológicas. Eliminación o disminución de dinámicas enfermas como la falta de límites. Detectar distorsiones cognitivas y tendencia a focalizarse en el cuerpo y no en las emociones.
Una característica que la diferencia de grupos más jóvenes es el trabajo que se realiza a nivel familiar de forma transgeneracional, reconocer como influyen las experiencias con su familia de origen en la familia que han formado. Para ello, es imprescindible identificar cómo se mantienen algunos patrones o dinámicas familiares y detectar conductas en familiares que el paciente no había calificado previamente como patológicas y que han sido reproducidas por ellos mismos.
Observamos que estas terapias grupales aumentan la eficacia del tratamiento. En este caso, el grupo tiene la función de facilitar ayuda, escucha, acompañamiento y es una herramienta potente para la toma de conciencia del problema y promover al cambio.