“Procuro vivir cada uno de mis pasos por el comedor como una oportunidad para ganar puntos yo y hacérselos perder a la enfermedad, en vez de como una tortura”
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Clara:
Tengo anorexia y estoy ingresada 24horas. Os contaré algo que me pasó hace dos semanas y que me cambió completamente la perspectiva que tenía sobre el TCA.
Hace 2 semanas estuve mal e hice lo que sabía hacer para gestionar el malestar: SÍNTOMA. Hice hiperactividad para quemar y sentirme mejor. Se me redujo el agobio unos minutos, hasta que volví a estar como antes e incluso peor. Después de comer, la ansiedad pudo conmigo y me autolesioné para quitarme la grasa. Sonará estúpido, pero realmente la enfermedad me hizo pensar que el dolor de cada corte era menor que la satisfacción que sentía al extirparme la grasa. Evidentemente no llegué a ella, pero el corte permanece en mi barriga. Tras cortarme me sentí mal por el agobio del inicio, por haber hecho hiperactividad y por haberme autolesionado.
La conclusión a la que llegué es la siguiente: el TCA se presenta como un fruto envenenado. Aparentemente es apetitoso y parece que es la solución a tus problemas. Tras consumir el fruto envenenado, tienes 2 problemas: tus problemas iniciales (efectivamente no solucionados con el síntoma) y otro problema añadido: el envenenamiento que produce el fruto, es decir, todas las consecuencias que se derivan de TCA.
Ahora me estoy dando la oportunidad de estar sana. La anorexia no me deja elegir libremente así que, aunque se durísimo, me esfuerzo mucho para poder curarme. Una vez esté curada si quiero siempre puedo volver a enfermar. Pero la verdad es que tengo esperanza en que estar sana me aportará tanto que no querré retroceder.
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Lucía:
Serás el primer brote en crecer después de tanta ruina.
Requisitos indispensables para sufrir un Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA):
- Estar extremadamente DELGADO y verte GORDA/O
- Comer MUCHO o MUY POCO o NADA
- Vomitar
- Haber sufrido una INFANCIA DIFICIL, TENER FAMILIA DESESTRUCTURADA o haber sufrido un TRAUMA
Cuantas veces he escuchado en boca de personas cercanas o de la calle preguntas o comentarios entorno a estas creencias sociales sobre el TCA (Trastorno de Conducta Alimentaria).
Llevo 4 años y 1 mes ingresada es un centro de TCA, Conducta y Trastornos de la Personalidad, (bueno mejor dicho en dos, Ita Sevilla e Ita Barcelona), y he conocido a tantas personas aquí (desgraciadamente 90% sexo femenino y 10% masculina, ya que debido a la represión social en el sector masculino, esto parece ser una enfermedad de mujeres) con tantas historias y tantas experiencias diferentes, que si se conocieran estas realidades, nos daríamos cuenta que poco tiene ver lo que creemos con las distintas causas de esta enfermedad.
El otro día me preguntaros en una terapia de grupo: ¿Pero tu te acuerdas de cuando entraste? Yo estallé a llorar. No podía creer que habiendo entrado tan enferma, estuviera ya tan cerca de la línea de salida.
Cada una tiene su proceso, su historia y vive la enfermedad de una forma u otra. No es un proceso fácil, por no decir que en algunos momentos te sientes desesperada/o, desesperada/o y sin fuerzas, pero también es un proceso de autodescubrimiento, de reconstrucción y de amor a la vida. Sé que puede sonar muy “Mr Wonderful”, no obstante, y ahora hablo desde mi gran lucha, ahora que estoy en la recta de salida puedo decir que es real.
No puedo evitar arrepentirme muchos días del año causado a mi amiga/os (los pocos que me quedaban), a mi familia… Y principalmente de todo el día que me he causado a mi misma. Cuántas veces he pensado ¿Por qué tanto dolor? ¡Por qué a mi? ‘Cuantos años perdidos’.
Pero siempre me digo lo mismo, la vida se nos puede presentar de muchas maneras, pero la que tengo es la que me ha tocado vivir. Recorrer este camino de piedras a mí, me ha merecido la pena. No todo va a ser fácil porque nada viene dado. Aprender a gobernar mi mente es lo mejor en lo que he invertido el tiempo.
Lucía.
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Camila:
“Degradación en cámara lenta”
Parte con una angustia a los seis años por un comentario de tu madre, cuestionas tu cuerpo y aprender una nueva palabra: calorías.
Creces y cumples nueve, empieza tu primera dieta de manera secreta, entre tú y tu madre algo lindo para hacer juntas.
El tiempo pasa y la puvertad llega y tu cuerpo cambia y tienes miedo y te siente incómoda. Piensas que debe existir una manera de frenar eso. Te saltas comidas y bailas sin parar, leyendo en revistas cualquier cosa que te pueda ayudar.
La gente te empieza a felicitar y luego apartas la mirada como si les doliera verte; te entregan dulces y pana escondidas y tú solo los guardas en tus bolsillos. Eventualmente dejan de hacerlo temiendo el terror que ven en tus ojos cuando mencionan la comida o la universidad o el tiempo. Le temes a todos y a todo lo que no sea tu enfermedad.
Eventualmente llegas a la conclusión de que sólo es comida y todas sabe igual; un poco como a fracaso. Deja de tratarse de la comida, ya no, en su lugar es el desorden – tú desorden – quién te permite asimilarlo todo; si estás enfadada, nerviosa atemorizada, al final y solucionas todo con tu trastorno alimenticio. Ya no estás aquí, ahora eres esa voz controladora dentro de tu cabeza que ya no te permite recordar quién eras.
Es un juego de sombras y enfermedad y no hay reglas más allá de las que te inventas y vuelves y caes y vas ganando ese tortuoso juego compitiendo contra todos y venciéndolos a todos.
Quizás es un hambre del alma, de esos entes en tu interior que gimen para ser oídos y son tan ruidosos que solo quieres matar(los) y matar(te).
Quieres aprender a respirar una vez más.
Al inicio, antes de que las cosas se volvieran tan mal, hay una historia de amor, antes de esa sombra enferma.
Antes hay una profunda conexión a la que quieres regresar. Antes de el ardor y el dolor en el corazón y las complicaciones están el
Amor y la
Perfección y la
Paz.
Eso y todo lo que reapareció en tus horizontes cuando decidiste que estabas cansada de (sobre)vivir a rastras. Personas que habías olvidado que estaban ahí te tendieron sus manos y por fin te atreviste a aceptarlos; aprendiste a caminar sin miedo, correr hacia tus metas, respiraste el aire de la mañana sintiéndote mas presente que nunca, reíste y amaste y te reencontraste.
Aprendiste que no eres un cuerpo, sino que eres un alma que tiene un cuerpo y que eso es lo que importa.
Camila.