Es innegable que adultos y sobre todo adolescentes convivimos y dedicamos en mayor o menor medida una parte de nuestro tiempo a las redes sociales. Si bien nos permiten acceder a un gran flujo de información y comunicarnos de forma instantánea también tienen otra cara nociva cuyos efectos se han evidenciado durante los últimos años.
The Wall Street Journal en 2021 desveló en una serie de artículos que Facebook, propietaria de Instagram, ya conocía el peligro de esta red social. Se había realizado una investigación interna para estudiar la toxicidad de Instagram que puso en evidencia que “un 32% de las chicas afirmaban que cuando se sentían mal con su cuerpo, Instagram les hacía sentir peor”. Cuando se cuestionó a los ejecutivos de Facebook sobre el propósito de la plataforma, una de sus respuestas fue: “¿No trata principalmente de esto Instagram? Echar un vistazo al 0,1% superior. ¿No es la razón por la que los adolescentes están en la plataforma?”.
La adolescencia es la etapa más vulnerable para desarrollar un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), y es precisamente este grupo de población el que más utiliza las redes sociales. La exposición constante a estilos de vida ideales, cuerpos “perfectos”, dietas e intensas rutinas de ejercicio genera un constante cuestionamiento acerca de si el propio estilo de vida, cuerpo o alimentación son lo suficientemente válidos. El algoritmo funciona de forma en la que una vez se ha consultado un contenido este aparece sin parar. Se muestra constantemente en la pantalla un cuerpo o estilo de vida idealizado y al mismo ritmo, crece la sensación de insuficiencia dentro de uno/a mismo/a: no soy suficientemente feliz, no estoy suficientemente delgado/a, no como suficientemente “sano” o no hago suficiente deporte. Vivir en constante comparación con este tipo de contenido provoca un empeoramiento de la autoestima y genera una profunda insatisfacción corporal.
TikTok, Instagram y YouTube están repletas de contenido publicado por usuarios que, sin ser profesionales o incluso que ya padecen un TCA, aconsejan como conseguir perder peso para alcanzar un ideal estético o un estilo de vida concretos promoviendo conductas perjudiciales asociadas a la imagen corporal. En estas plataformas, se fomentan dietas extremadamente bajas en calorías, rutinas de ejercicio intensas para obtener un cuerpo fit y se dan otros consejos para bajar de peso. Recientemente, en TikTok se han vuelto virales algunas tendencias preocupantes, como los videos donde se muestra de ¿What I eat in a day?, donde personas con cuerpos extremadamente delgados muestran lo que comen en un día, siendo dietas restrictivas y carentes de nutrientes, o vídeos donde se promueven conductas dañinas para llegar a tener un cuerpo parecido al de una modelo extremadamente delgada como algo deseable y aspiracional.
La problemática no se centra solo en el contenido al que se está expuesto o se accede, sino también en la necesidad de los usuarios de ser vistos y validados por los demás. En las redes sociales, se reciben “me gusta”, comentarios positivos o más seguidores en función de lo que se muestra, por lo que la validación de uno/a mismo/a acaba basándose en la validación que se recibe de los demás a través de las redes y, por lo tanto, vinculada únicamente en la imagen que se muestra.
Editar y aplicar filtros se ha convertido en un ritual antes de colgar cualquier foto o vídeo en Instagram o TikTok. De hecho, según un estudio realizado por Dove, un 72% de chicas habían descargado un filtro o aplicación para cambiar su apariencia física en las fotos ya a los 13 años. Estas aplicaciones permiten modificar el cuerpo de diversas formas: aumentar el pecho, reducir cintura, añadir abdominales, afinar los pómulos, la nariz... Por ejemplo, el filtro Bold Glamour de TikTok, que elimina las imperfecciones y resalta algunas facciones consiguiendo un resultado de aspecto muy realista, se ha vuelto viral en los últimos meses, acumulando más de 17 millones de vídeos utilizándolo.
Querer ser y mostrarse más deseable para los demás acaba convirtiéndose en un juego peligroso, ya que se comparte la imagen editada, al mismo tiempo que se es consciente de que no es una versión real de uno/a mismo/a, lo que puede generar frustración e insatisfacción con la imagen propia. Además genera una retroalimentación entre el resto de usuarios de las redes, tanto respecto de la necesidad de editar una imagen como de la insatisfacción con la propia al ver lo que muestran otros usuarios.
Así pues, la comparación constante, la presión social, el fomento de conductas dañinas y la búsqueda de la validación a través de las redes sociales son aspectos preocupantes que pueden influir en la aparición de los TCA.
Resulta prácticamente imposible controlar el contenido que ofrecen las redes sociales y es, hoy en día, un reto evitar que influencien negativamente a los usuarios. Es necesario educar acerca de los peligros de la comparación, fomentar una imagen corporal positiva y promover la aceptación de uno mismo más allá de la apariencia física. Solo así, podemos proteger nuestra salud mental y física de un entorno digital cada vez más influyente.