La llegada del buen tiempo es una buena noticia para la mayoría de las personas. Los días se hacen más largos, las temperaturas se hacen más agradables y las vacaciones se acercan. Son momentos para compartir más, salir de casa, estar al aire libre y llegando el verano ir a la playa o la piscina.
Esto va de la mano de un cambio de vestuario que suele implicar mostrar más el cuerpo. Más aún si hablamos de los trajes de baño. Muchas personas viven esta exposición corporal con inseguridad. Algunas lo normalizan con el paso de los días y otras lo viven con más dificultad, sobre todo cuando hay insatisfacción con la imagen corporal.
Es una época del año en la que proliferan anuncios con mensajes más o menos explícitos relacionados con la necesidad de realizar cambios corporales para poder estar satisfecho con uno mismo o peor aún para poder ser feliz. Muchas veces estos mensajes vienen disfrazados de actos saludables como puede ser el “cuidarse”. Cuidarse es saludable, no en verano sino todo el año, siempre que esté dentro de la salud y el respeto a uno mismo, algo contrapuesto a la necesidad de cambiar para ser quien no eres como condición para ser feliz.
La mayoría de nosotros vivimos en este contexto siendo más o menos conscientes de ello. Contra menos conscientes seamos, más víctimas seremos de estos mensajes. Víctimas del criticismo, la falta de aceptación, el juicio propio y el miedo al juicio ajeno, que llevan a la inseguridad y en peores casos a la obsesión y la ansiedad por ser incapaces de conseguir metas imposibles. Estas personas, en muchos casos son incapaces de estar en paz, tranquilos, y compartir con otros por lo que cada vez se hace más difícil participar en actividades sociales, y son más proclives al aislamiento.
La búsqueda de la seguridad personal en la imagen corporal puede traducirse en este contexto en el control corporal a través de la comida, con dietas, o con ejercicio físico en la mayoría de casos. El comer sano y hacer ejercicio se convierte en una obsesión y puede acabar desembocando en un trastorno de la conducta alimentaria, en los que es más fácil entrar que salir.
Es crucial que los jóvenes, siendo el grupo de edad de más riesgo, desarrollen una conciencia crítica que les permita tener un criterio saludable y no caer en mensajes engañosos o fáciles que pongan en riesgo su autoestima.
La detección precoz es, sin duda, importantísima para poder intervenir a tiempo por lo que es importante saber cuáles pueden ser algunos de los principales indicadores de la aparición de un trastorno de la conducta alimentaria:
- Inicio de dietas
- Ejercicio físico excesivo
- Eliminación de determinados alimentos
- Evitar compartir ingestas
- Cambios bruscos de peso
- Preocupación excesiva por el cuerpo o la imagen
- Uso de ropa que sirva para tapar el cuerpo
- Uso excesivo del baño o de forma repetida después de las ingestas
- Cambios en el estado de ánimo
- Abandono de actividades sociales o aislamiento