La ortorexia se define como la obsesión por controlar la calidad de los alimentos que se consumen. Para poder entender el significado de esta clasificación diagnóstica que se enmarca en los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), voy a apoyarme en 4 interrogantes: qué es, cómo afecta al sujeto, qué influencia social tiene y cómo se puede tratar.
¿Qué es?
Es un problema que afecta a la salud mental, se trata de un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). Bajo el lema “tengo que realizar una alimentación saludable” la persona entra en un terreno peligroso y muy confuso, ya que a priori es una idea sana, todos queremos cuidarnos, que termina perturbando la salud del sujeto. Dicho de otro modo, cuando el deseo de comer bien acaba haciendo mal, y se convierte en obsesión.
¿Cómo afecta a la persona?
Afecta al plano biopsicosocial del individuo. En referencia a la conducta, hablamos de eliminar drásticamente alimentos de la dieta que sean catalogados por el propio individuo como no saludables y esto llevado al extremo compromete la salud.
Por otra parte, está el componente cognitivo y el sufrimiento que conlleva un comportamiento obsesivo. Cuando hablamos de una obsesión, esta idea queda fijada en la mente de forma permanente y repetitiva llegando a dominar a la persona.
Afecta al área social, familiar y académica o laboral poniendo en juego las relaciones con los demás.
Por poner un ejemplo, hemos trabajado con personas que han llegado a restringir el azúcar por completo o la sal de todas sus ingestas. Llegando a demonizarlos y hacerlos responsables de su estado emocional, esto es, me encuentro bien si los evito y me siento fatal si los ingiero.
En casos más graves, en nuestros centros Ita ayudamos a personas que han llegado a consulta debido a un daño médico orgánico irreversible. Por desgracia seguimos encontrando en la mayoría de los casos que se demanda ayuda cuando el trastorno está muy avanzado.
Podríamos entrar en el debate y hablar de qué nutrientes son o no esenciales para la vida. Lo cierto es que hay alimentos primordiales para el organismo y el hecho de no ingerirlos de algún modo es algo perjudicial. Hasta aquí estamos todos de acuerdo en el riesgo que conlleva eliminarlos de nuestra alimentación, aunque el paciente con ortorexia sea incapaz de tomar conciencia de ello llegando al punto de poner su salud en riesgo.
¿Qué influencia social encontramos?
Estamos en un momento social en el que se potencia la alimentación sana, y en una sociedad consumista, experta en generar eslóganes saludables que aprovechan el mercado de la moda y marcan tendencias en esta dirección, es fácil confundirse. En otro sentido se trabaja desde el ámbito sanitario para la prevención de otras patologías relacionadas con lo alimentario, como la obesidad. Este mensaje es fantástico y bien entendido se puede decir que se lanza en forma de red protectora para no desarrollar enfermedades médicas. Pero no debemos perder de vista que si es mal interpretado también se puede transformar en un arma de doble filo con el que “engancharse” a un patrón comportamental y cognitivo que acabe limitando la vida del sujeto.
¿Cómo se trata?
Con cada paciente se diseña un Plan de Tratamiento Individualizado (PTI), para explicarme se le hace un “traje a medida”. Lo principal es entender la estructura de funcionamiento de la persona. Los comportamientos que se pueden observar son la voz de alarma del sufrimiento enmascarado. Hay que hacer consciente al paciente de sus conductas, qué pensamientos las sostienen y cómo influyen en su mundo emocional. Y esto es bidireccional, es decir, el mundo emocional está actuando sobre los pensamientos y las conductas perjudicando a la persona.
Nuestra forma de entender la enfermedad es un proceso de neurosis obsesiva, sería como una maniobra distractora de la mente para no entrar en un terreno que pone al sujeto vulnerable. La enfermedad actúa de alguna manera como una protección, una forma defensiva del sistema psíquico de ampararse ante una situación no resuelta en la vida.
Cuando trabajamos estos temas en nuestro centro hemos detectado situaciones de abuso, bullying, duelo no resuelto, episodio depresivo y otros trastornos de la esfera afectiva. Todo ello queda enmascarado en una actitud hacia la comida a priori positiva y que requiere de mucho esfuerzo, sacrificando el desarrollo de otras áreas de la vida por el gasto de energía ocupado en dicha tarea “comer de forma saludable”.
Lo primero es estabilizar en el presente, construir hábitos sanos. Una vez contenido el síntoma alimenticio, al tiempo que se recupera la relación saludable con la comida, se trabaja para que la persona tenga recursos adaptativos para enfrentar aquello que le deja en situación de vulnerabilidad.
La recuperación de cada persona es individual, no hay tiempos esperables. El acompañamiento que se ofrece desde los centros del grupo Ita es a nivel individual, familiar y de restablecimiento de la red social.