Trastornos de la Conducta Alimentaria

¿Por fin llega el verano?

12 de Julio, 2020 Anna Folch

Parecería que todos esperamos la llegada del verano. El día se alarga y nos invita a estar más fuera de casa, quedar con los amigos, y disfrutar de nuestras vacaciones y tiempo libre. Sin embargo, la llegada del verano puede ser un momento temido para muchas de las personas que padecen un Trastorno de la Conducta Alimentaria. Conocer algunas de las dificultades con las que se pueden encontrar nos puede ayudar a entender y estar atentos para poder acompañarlas a enfrentarlas.

 

Como es evidente, en verano hay una mayor exposición del cuerpo a la vista de los demás: llevamos ropa corta, vamos a la playa y a la piscina... En una persona insatisfecha con su cuerpo, en mayor o menor medida esto causará temor, lo que en muchas ocasiones puede contribuir a evitar situaciones que impliquen dicha exposición, quedando así fuera de ciertos encuentros sociales y, en consecuencia, estar más aisladas y poderse sentir más “desconectadas” en sus relaciones interpersonales.

 

Los estereotipos sociales de tener que estar “a punto” para el verano, repetidos y apoyados por muchos (la popularizada “operación biquini”), el inicio de muchas dietas cuando el verano se acerca no ayuda a las personas con un TCA, ya que contribuyen a que estén mucho más focalizadas en su cuerpo. Cabe tener en cuenta, además, que el inicio de una dieta, aunque acompañado de muchos otros factores, puede ser, en muchas ocasiones, el desencadenante en el inicio de un trastorno alimentario.

 

Sin embargo, hay también otras dificultades, tan o más importantes, que, por ser menos “visibles” pueden pasar desapercibidas.

Una de estas dificultades puede ser el hecho de que en verano rompemos la rutina. La falta de estructura, horarios y actividades preestablecidas son a veces, una dificultad difícil de manejar para estas personas. De entrada, el tener más tiempo libre, la falta de una actividad en la que focalizar la atención, permite que las preocupaciones ocupen nuestra mente con más facilidad.

Además, las personas con un perfil perfeccionista y autoexigente, muy habitual en los TCA, pueden tener la necesidad de estar continuamente realizando actividades útiles, “de provecho” para sentirse bien consigo mismas. Tener tiempo libre para relajarse les es difícil de manejar, ya que suelen asociarlo con no hacer nada “productivo”, con “perder el tiempo” y pueden sentirse culpables por ello. Poder alternar actividades pautadas, con pequeños espacios de tiempo libre, tratando de incorporar a su vez una concepción positiva del “no hacer nada” y del aburrimiento como algo necesario y útil, para poder enfrentar mejor las tareas y actividades que tengamos que hacer más adelante, puede ayudarles.

Por otro lado, para las personas con un perfil más impulsivo, con tendencia a la inestabilidad emocional, la falta de estructura también supone un inconveniente importante. Los horarios y la estructura nos ordenan, nos aportan unas guías sobre las que funcionar y objetivos a corto plazo. El poder anticiparnos a lo que sucederá nos aporta seguridad. Para este tipo de personas la estructura es sumamente importante, por el que no tenerla, y además durante un período prolongado de tiempo puede ser desestabilizante, pudiendo tener sensación de vacío y de “sin sentido” al no tener o no saber qué hacer, lo que a su vez puede contribuir a la búsqueda de sensaciones intensas, a veces a través de conductas autodestructivas que les pueden poner en riesgo.

 

Por estos motivos, y otros que nos llevarían más tiempo, a veces, las personas con un TCA esperan que, por fin, llegue septiembre. Mientras tanto, sin embargo, podemos intentar ayudarles a pasar un buen verano, poniendo conciencia y valorando los pequeños buenos momentos vividos.

Psicóloga de Ita Argentona