Cada vez son más las personas que sufren en silencio los efectos de una relación difícil con su cuerpo y la comida. Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) no se refieren únicamente a un problema ligado a la imagen corporal o la dieta, como comúnmente puede llegarse a pensar. Si ahondamos y vemos más allá de estas conductas, encontramos heridas emocionales profundas, muchas de ellas relacionadas con la forma en que una persona se valora a sí misma. Es por ello que, la autoestima juega un papel fundamental en el desarrollo y mantenimiento de estas dificultades.
¿Qué entendemos por trastornos de la conducta alimentaria?
Los trastornos de la conducta alimentaria son afecciones psicológicas con múltiples capas, que influyen profundamente en cómo una persona se vincula con su cuerpo, su alimentación y su forma de verse a sí misma. Los más comunes son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón, aunque existen otras formas igualmente perjudiciales, aunque menos conocidas.
Las dificultades que surgen a raíz de esta problemática están íntimamente conectadas con la manera en que una persona regula y gestiona sus emociones, la necesidad de control, o el intento de encajar en un ideal de belleza inalcanzable. En muchos casos, la comida o el revelarse contra ella, actúa como una forma de expresar lo que las palabras no alcanzan a decir: miedo, rabia, tristeza, inseguridad…
Las consecuencias del desarrollo de estos trastornos tanto a nivel físico como psicológico son graves: desde problemas digestivos, cardiovasculares o desajustes hormonales, hasta alteraciones del estado ánimo, ansiedad y aislamiento social. Por ello, no deben minimizarse ni tratarse únicamente desde lo físico.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de autoestima?
Se trata de un concepto que engloba múltiples aspectos. Podríamos resumirlo en que la autoestima es la percepción y valoración que tenemos de nosotros mismos. Esto se refiere a cómo nos vemos, cómo nos sentimos con lo que somos, cuánto creemos que valemos y cómo me relaciono con mi persona. No se simplifica en “pensar bien de mí”, sino que requiere sentirnos merecedores de afecto, respeto y bienestar. En definitiva, sentirme y reconocerme como una persona digna.
Esta percepción de uno mismo va tomando forma desde nuestra infancia, y se ve influida por el contexto familiar en el que nos desarrollamos, las experiencias con nuestros iguales o los mensajes sociales y culturales recibidos. Pensemos en una persona que crece en un entorno cargado de crítica, comparación o donde solo se le valora por una apariencia concreta o por alcanzar determinados logros… Es inevitable que su autoestima se vea afectada en mayor o menor medida.
De esta forma, una autoestima saludable actúa como una especie de escudo protector, una base sólida que nos ayuda a enfrentar la vida y el sufrimiento ligado a ella con mayor confianza.
La conexión entre autoestima y trastornos alimentarios
Numerosos estudios respaldan que, la existencia de una autoestima baja, puede actuar como factor de riesgo ante la aparición de un TCA. Cuando una persona no se siente valiosa por quien es, se mira, se habla y se trata de tal forma que es más probable que intente compensar esa carencia a través del control de su cuerpo o de su alimentación.
Es muy común escuchar en nuestras consultas ideas como: “si pierdo peso, me verán mejor y me querrán más”, “si me esfuerzo en estar delgada, me valorarán”. De tal forma que se genera una lucha por ser aceptado y reconocido. La necesidad de buscar este reconocimiento y aprobación externa nunca será suficiente cuando la persona tiene una mirada pobre y distorsionada de sí misma.
Por otro lado, las personas con un TCA suelen convivir con una culpa excesiva. Lo cual refuerza una sensación de fracaso personal y por tanto un peor concepto de sí mismo.
Reconstruir una relación sana con el cuerpo, la alimentación y la imagen, implica por tanto reconstruir la relación con uno mismo.
Es por ello que el abordaje de los TCA debe ser desde un enfoque multidisciplinar y con una mirada amplia que permita ver a la persona más allá de sus dificultades. Pudiendo conectar con su historia de vida y el sentido de su sufrimiento.