Cómo se diagnostica el autismo
El diagnóstico del autismo es un proceso complejo. Los primeros signos suelen ser sutiles y presentes ya en el primer año de vida. A partir de los 2 años, los comportamientos y señales se vuelven más evidentes.
El proceso diagnóstico no se basa en pruebas biomédicas como análisis de sangre o resonancias magnéticas, sino en una evaluación clínica detallada de los comportamientos y el desarrollo del niño/a.
El proceso comienza con la información proporcionada por la familia sobre el desarrollo del niño/a. Esta historia clínica abarca desde el desarrollo psicoemocional hasta detalles específicos sobre el comportamiento social, comunicacional y de juego. La observación directa del niño en diferentes contextos es también una parte crucial del diagnóstico, permitiendo a los especialistas ver de primera mano los comportamientos que pueden indicar TEA.
Además de estas evaluaciones, se pueden recomendar pruebas adicionales para descartar otras condiciones médicas que puedan influir en el desarrollo. Sin embargo, es importante entender que estas pruebas no confirman ni descartan por sí solas el autismo. Son complementarias y ayudan a obtener un panorama más completo de cómo ha sido el desarrollo y del nivel de salud.
Este proceso diagnóstico permite a los especialistas no solo determinar si un niño tiene TEA, sino también entender sus fortalezas y necesidades únicas. Cada diagnóstico es el comienzo de un camino personalizado de apoyo y acompañamiento, diseñado para ayudarle a alcanzar su máximo potencial.