Adicciones

Adicción a las benzodiacepinas

08 de Diciembre, 2019 Àlex Dencàs

Las benzodiazepinas son los medicamentos más empleados en el tratamiento de la ansiedad. Tienen diferentes efectos sobre el sistema nervioso central (sedantes, hipnóticos, ansiolíticos, anticonvulsivos, amnésicos y miorrelajantes). Se comercializan desde finales de los años 50 y su uso se ha extendido desde entonces. Se usan para el tratamiento de la ansiedad, para el insomnio y otros los estados afectivos, así como las epilepsias, abstinencia alcohólica y espasmos musculares.

Ya hace varios años que desde las Agencias del Medicamento de diferentes países y otros organismos de control europeo alertan de los problemas derivados del abuso de las benzodiacepinas. Se intenta advertir a los profesionales, de la necesidad de realizar tratamientos con una duración limitada en el tiempo para evitar el uso prolongado de estas medicaciones y la dependencia. A pesar de estas medidas, la realidad es que, según muchos estudios, se sigue haciendo un mal uso de esta indicación farmacológica.

 

La adicción a las benzodiacepinas suele aparecer cuando no se sigue correctamentede la pauta médica en un tratamiento indicado por un profesional. Esto acaba convirtiendo la solución a una situación (medicamento), en un problema (adicción). El problema añadido es que muchas personas que tienen este problema, no son conscientes de la adicción al tratarse de una sustancia legal. Da la sensación de que, por ser un medicamento, no tiene porque ser tan nocivo como una sustancia ilegal.

Uno de los efectos negativos derivados del consumo de benzodiacepinas suele ser, paradójicamente, aumentar la ansiedad e irritabilidad. Problemas de memoria y afectación en el estado de ánimo, así como somnolencia, disminución de las habilidades psicomotoras, vértigo o malestar estomacal son otros de los muchos efectos negativos derivados de su mal uso.

 

Pero ¿qué podemos hacer si tenemos a alguien cercano con este problema?

Lo primero de todo, es intentar entender y tener el máximo de información para poder ayudar al que está sufriendo este problema. 

Lo más difícil para una persona que tiene esta dificultad es tomar consciencia y pedir ayuda. Las personas del entorno pueden ayudar y acompañar en este primer paso. Intentar no juzgar, hablar de forma asertiva y darle apoyo incondicional suelen ser elementos que aumentan la probabilidad de encontrar soluciones. Acompañarle a la primera consulta con un profesional y estar a su lado durante todo el proceso asegura mejores resultados.

Incluso el familiar o amigo puede ir a consultar a un especialista para valorar cuál es la mejor estrategia para ayudar a concienciar a la persona que padece esta dificultad, y elaborar una estrategia conjunta.

Para la persona que tiene una adicción a las benzodiacepinas, éstas suelen ser una “buena” solución a corto plazo, pero nefasta a largo plazo. Esta medicación tiene un mecanismo adictivo muy potente porque su efecto es inmediato y muy efectivo. Elimina la ansiedad de forma rápida y sin esfuerzo por parte del paciente.

El problema de su mal uso es que no permiten generar mecanismos propios para gestionar el malestar. Se acaba dependiendo de un mecanismo externo. Puede ser una buena elección terapéutica siempre que se tenga como objetivo a medio o largo plazo, que la persona logre generar recursos propios de autorregulación.

Sentir emociones no es negativo. Vivimos en una sociedad que no tolera el malestar, que sobreexpone el bienestar (en redes sociales, por ejemplo). Parece que siempre tenemos que estar bien, ser felices y mostrarlo a los demás.

Se tiene poca tolerancia al malestar y a las emociones “negativas”.

En realidad, el malestar es útil, es una manera de movilizarse, de buscar soluciones, de generar mecanismos propios de autorregulación.

Normalmente, para llegar a generar nuevas estrategias y mecanismos propios para la gestión del malestar, se necesita la ayuda y el asesoramiento de un profesional especializado.

Un primer paso, si ya se ha establecido una adicción a las benzodiacepinas, es pactar con un profesional (psiquiatra) la retirada progresiva de la medicación, con una supervisión y seguimiento cercano del proceso, y un calendario acordado entre las dos partes. Implicar al paciente en este proceso, puede mejorar el resultado final y se evita que el paciente tome decisiones fuera de la indicación facultativa (automedicación). También poder contar con la colaboración de algún familiar que conozca esos acuerdos, suele asegurar mejores resultados.

Paralelamente y no menos importante, es el realizar un proceso terapéutico con un psicólogo para poder entender los mecanismos de la ansiedad y generar nuevos recursos personales.

La deshabituación de este tipo de sustancias no es fácil, y la persona que los realiza se puede beneficiar de un acompañamiento terapéutico por parte de un profesional especialista en este tipo de procesos. Especialmente en personas con una baja percepción de autoeficacia, que de en un principio no se ven capaces de realizar ese cambio.

Con el terapeuta, la persona intentará analizar de forma personal qué función tiene esa ansiedad y porque ha aparecido en su vida. Conocerá los mecanismos de la ansiedad y buscará estrategias para afrontarla. Analizará qué repercusión tiene en su vida y sus relaciones.

Lo importante, en estos casos, es hacer algo. No dejarlo pasar, darse por vencido o pensar que en un futuro ya se arreglará.

Los especialistas pueden dar una guía y asesoramiento tanto a la persona como a los familiares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Psicólogo especializado en el asesoramiento de adolescentes con problemas de Conducta y sus familias, con más de 15 años de experiencia en la práctica clínica. Con experiencia en el campo de las Drogodependencias.

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