Uno de los problemas más frecuentes en la etapa de la adolescencia son los problemas de comportamiento. Este periodo se caracteriza fundamentalmente por una revelación contra las normas, los límites y las responsabilidades. En determinados adolescentes, por diferentes factores que no analizaremos en este artículo, esta fase de “rebeldía” se puede convertir en algo mucho más serio, desarrollando un verdadero trastorno de conducta o de personalidad. Esto ocurre cuando su comportamiento impide llevar un correcto funcionamiento en el ámbito escolar, familiar y/o personal. Llegados a este punto, en muchas ocasiones, el menor empieza a faltar a clase, produciéndose lo que llamamos “absentismo escolar” o abandono de sus estudios.
Es evidente que, si el menor se encuentra en este punto, necesita ayuda. Desde nuestros centros Ita, creemos firmemente que esta ayuda debe ir dirigida hacia tres pilares fundamentales de intervención: terapéutico, educativo y académico.
Y es que, no podemos olvidarnos del área académica: los menores necesitan continuar con sus estudios. No solamente para asegurarnos de su crecimiento académico y profesional en un futuro, si no también, para un adecuado desarrollo de su personalidad. Aprender el valor del esfuerzo, la perseverancia, el hábito de trabajo, la demora de gratificaciones y la tolerancia a la frustración, son aspectos fundamentales para que puedan desarrollar una personalidad acorde a la sociedad actual, que les permita tener éxito también a nivel personal, social y familiar.
Otro aspecto a tener en cuenta, cuando hacemos una intervención con el menor dirigida a los tres pilares fundamentales que hemos mencionado anteriormente, es que, en el aspecto académico, existen multitud de dificultades de aprendizaje que, en ocasiones, el sistema escolar no detecta, y en muchos casos son la causa de los problemas de comportamiento, la falta de autoestima y el fracaso escolar.
Desde mi experiencia como psicóloga, es imprescindible realizar una evaluación psicopedagógica con el fin de identificar, prevenir y tratar posibles dificultades que el menor pudiese estar presentando en este ámbito. La evaluación del menor no solo debe ir dirigida a la identificación de los déficits, sino también a descubrir sus capacidades, sus habilidades y su potencionalidades.
Cuando el menor consigue finalizar sus estudios, y percibirse como una persona capaz, igual que el resto de compañeros/as, su autoestima se fortalece, desarrollando, con ello, una identidad sólida, más sana y positiva.