El embarazo y el parto conllevan muchos cambios físicos, hormonales y emocionales que pueden generar cierto desorden llegando a provocar tristeza, irritabilidad, agotamiento, entre otros sentimientos.
Entre un 10% - 15% de las mujeres padecen una depresión posparto y el problema es que muchas de ellas no son diagnosticadas ni atendidas como necesitan. La depresión posparto suele aparecer entre las 2 y 8 semanas después del parto, pero puede darse hasta el año de haber nacido el bebé. Son muchos los factores que pueden influir, entre ellos una experiencia traumática en el parto, ausencia de una red de apoyo, embarazos no deseados, antecedentes personales o familiares de salud mental, falta de recursos económicos, haber tenido depresiones previas o problemas con la lactancia, entre otros.
No podemos confundir la depresión posparto con el baby blues o tristeza posparto, que se trata de un estado de tristeza pasajero que suele ocurrir entre el tercer y décimo día tras el parto.
La depresión posparto, sin embargo, se caracteriza por un estado mantenido de tristeza, llanto incontrolable, pérdida de interés e ilusión, sensación de agobio, apatía, disminución de la energía, cambios de humor, insomnio o sueño excesivo, pérdida o exceso de apetito, culpa, sensación de incapacidad para cuidar del bebé o de ser inadecuada como madre, pensamientos de muerte. Todo esto dificulta el vínculo y la comunicación con el bebé.
Además de los factores precipitantes mencionados, existen ciertas circunstancias que dificultan el vínculo entre el recién nacido y su madre. Es importante poner foco en ellos, ya que en muchas ocasiones podríamos evitarlas. La separación de la madre y el bebé en las primeras horas de vida, es un factor de riesgo. Durante la primera hora tras el alumbramiento, se produce el primer encuentro entre la diada madre-bebé, en ese momento la madre experimenta uno de los picos más altos de oxitocina que va a vivir en su vida para favorecer el enamoramiento y la primera impronta. Hay situaciones en las que es inevitable la separación con el bebé y eso implica un incremento del miedo, inseguridad y angustia en la madre.
El tratamiento temprano mejora los resultados, la psicoterapia es clave para la recuperación, así como el apoyo familiar y de la pareja, tratamiento farmacológico que debe valorarse individualmente, relacionarse con otras madres, una buena alimentación y ejercicio físico.
Cuidar a un bebé implica tanta entrega y energía que a veces queda poco espacio y tiempo para la madre, es por ello que no debemos olvidarnos de la importancia del autocuidado. Una madre que tenga en cuenta sus necesidades, le resultará menos complicado atender las necesidades de su hijo.
El posparto puede convertirse en un momento de gran vulnerabilidad y soledad para la madre, donde puede surgir un conflicto interno por estar ante un momento vital de tan supuesta felicidad y sentir emociones contrapuestas como tristeza, confusión y miedo. Estar informada y ser consciente de que el posparto implica una revolución en la mujer, ayuda a entender y a no juzgar tus emociones.
Si crees que puedes estar en esta situación, no dudes en apoyarte en tu entorno y buscar ayuda profesional que pueda guiarte y acompañarte en este proceso.