El vínculo terapéutico es el concepto que utilizamos para describir la relación entre terapeuta y paciente, la cual es construida durante el proceso terapéutico.
Un proceso terapéutico únicamente no implica el uso de técnicas actualizadas y basadas en la evidencia que se realicen en sesión con el paciente, si no que, la construcción y calidad de esta alianza terapéutica es un pilar fundamental para que se pueda realizar esta intervención. Si buscásemos en la literatura, hay investigaciones que determinan que el éxito de esta intervención terapéutica puede depender hasta en más de un 60% de dicha alianza.
Este vínculo que se crea es el motor del proceso de recuperación. No solo es una relación basada en la profesionalidad, sino que también es un espacio de confianza y seguridad donde el paciente puede compartir sus pensamientos, emociones, experiencias y explorarlos sin temor a ser juzgado o rechazado.
También resulta ser un aprendizaje y modelo sobre cómo construir y mantener un vínculo y relación saludable con otra persona, el cual pueden usar como herramienta fuera en sus otros contextos. De hecho, es posible que, en algunos casos, sea el terapeuta una de las primeras figuras de referencia adulta para el paciente, otorgándoles así a estos un espacio donde pueden ser validados emocionalmente, quizá por primera vez, y desde donde se sientan acompañados y guiados desde el respeto y la escucha.
Esto es especialmente importante, por ejemplo, en una etapa tan marcada por los cambios como lo es la adolescencia. Durante esta etapa se realiza una búsqueda de identidad fuera del contexto familiar, por lo que, estos pacientes se ven envueltos en experiencias señaladas por la vulnerabilidad, actuando así el vínculo terapéutico como ancla para asentar y poder trabajar en estas experiencias de una forma adecuada.
No en todos los casos es posible construir dicha alianza, debido a que no todos los pacientes muestran la misma resistencia.
Al comienzo, no es una tarea sencilla, ya que, hay una falta de confianza mutua entre terapeuta y paciente, lo que puede dificultar esta tarea. Esta construcción requiere una comunicación fluida, principalmente al comienzo, desde la cual sea posible abordar las dificultades encontradas o incluso la solución de posibles malentendidos que puedan surgir debido a interpretaciones erróneas durante las sesiones. Trabajar expectativas en sesión y enseñar que, desde la comunicación y el respeto se puede construir una relación sana y segura es imprescindible para que el paciente pueda trasladar lo trabajado en sesión, fuera de esta.
En conclusión, un vínculo terapéutico sólido presenta innumerables ventajas y beneficios tanto para el éxito de la terapia, como para el paciente. Desde adherirse de forma más exitosa al tratamiento, provocando una continuación de este y así una consecución de objetivos consensuados, hasta ser un modelo de relación saludable que pueda impactar de forma positiva en la vida de este.