Trastornos de la Conducta Alimentaria

¿Hacer dieta es la solución?

23 de Mayo, 2021 Mónica Muñoz

Dieta cetogénica, paleo, por puntos, alcalina, detox, ayuno intermitente… El abanico de posibilidades para alguien que desea hacer una dieta es muy amplio, pero, ¿somos conscientes de los riesgos que conlleva seguir una dieta?

En efecto, como todos sabemos hacer dieta puede ser peligroso. Y no solo por las consecuencias que pueda tener para la salud física, cuando se siguen determinadas dietas sin la necesaria supervisión médica; también puede serlo para nuestra salud mental.  

 

La etapa del año en la que nos encontramos, es decir, la llegada del buen tiempo, es el momento que muchas personas escogen para iniciar una dieta. Se acerca el verano y el cuerpo estará más expuesto a las miradas de otros. Para quien se siente insatisfecho con su imagen, o en general consigo mismo, adelgazar puede ayudarle a afrontar este temido momento con mayor “seguridad”.

 

Quienes nos dedicamos al estudio y tratamiento de los trastornos de la alimentación, sabemos que este “intento de solución” es en la mayoría de casos el precipitante de los primeros síntomas de la anorexia, bulimia u otros trastornos de la conducta alimentaria. Una vez el trastorno se desencadena, tenderá a autoperpetuarse a través de los que llamamos factores mantenedores: el refuerzo externo de la pérdida de peso a través de comentarios positivos sobre los cambios en el cuerpo, el incremento de la percepción subjetiva de control, el que queden en segundo plano otras preocupaciones que pueda estar padeciendo la persona, etc. Continuar adelgazando o en algunos casos el temor a volver a engordar empieza a ocupar cada vez mayor espacio en la mente de la persona afectada. Y a las conductas iniciales de dieta, se van añadiendo otras como la restricción progresiva de alimentos o formas de cocinarlos, el incremento excesivo de la actividad física, las conductas de purga en algunos casos (vómitos autoinducidos, laxantes…), el aislamiento social, etc. El trastorno se va agravando en todas sus dimensiones y la persona cae en una espiral de la que sola difícilmente podrá salir.

Si cada año con la llegada del buen tiempo aparecen nuevos casos de TCA, o se agravan otros en curso, nos preocupa lo que pueda suceder tras este largo y crudo año de pandemia. De hecho, durante los últimos meses ya estamos asistiendo a un incremento alarmante de la incidencia de estas patologías.

La pandemia nos ha hecho más vulnerables. La incertidumbre, los miedos, inseguridades, las pérdidas… están mucho más presentes en nuestras vidas.

 Si desde hace años alertamos sobre los riesgos de iniciar dietas en ciertas poblaciones, este año lo hacemos con mayor énfasis.

 

Esta alarma adquiere especial relevancia para la población adolescente. En ningún caso un/a menor debería iniciar una dieta que no esté indicada por un médico.

Las expectativas puestas en adelgazar pueden llevar al/la adolescente a no trabajar y desarrollar otros recursos personales que la ayudarán a obtener confianza y seguridad en sí mismo de una manera saludable: habilidades comunicativas, estrategias de autorregulación de emocional, de afrontamiento, etc. Solo así el adolescente podrá afrontar los retos que tiene por delante con mayor probabilidad de éxito, y de esta manera prevenir que acabe desarrollando futuros trastornos, sean trastornos de la alimentación o de otro tipo.

 

Lo dicho es aplicable también a la población adulta. Hacer dieta e intentar adelgazar no debe sustituir a otras formas de autocuidado.

De nuevo, las expectativas puestas en los resultados de la dieta, pueden también relegar a un segundo o tercer plano el autocuidado en otras áreas (intelectual, social, espiritual…), con las consecuencias que ello puede acarrear para el autoconcepto y la autoestima de la persona, y por tanto haciéndola más vulnerable para desarrollar problemas de salud mental.

 

No olvidemos que el detonante en TODOS los trastornos alimentarios es el inicio de una dieta, no siempre con la intención de adelgazar, en algunas ocasiones puede ser un cambio en la alimentación como consecuencia de un problema médico. Por tanto, en personas que ya hay una vulnerabilidad (rasgos de personalidad como el perfeccionismo, autoexigencia, inestabilidad emocional, etc.) la situación actual de pandemia incrementa aún más esta vulnerabilidad de base, y el riesgo de que esta dieta sea el detonante de un trastorno alimentario es aún mayor.

 

Con lo dicho hasta ahora, no queremos demonizar las dietas. No hay duda de que son necesarias cuando hay una causa médica que las justifique, y con la adecuada supervisión del médico y/o nutricionista; o si las entendemos como una mejora de los hábitos alimentarios de la persona, pero debemos tener muy presente que, especialmente en este momento de mayor vulnerabilidad de la población, lo que puede empezar siendo un intento de solución a problemas de insatisfacción consigo mismo/a, puede acabar convirtiéndose en un grave problema de salud mental.

Pongamos todos nuestros esfuerzos en la prevención y en potenciar los recursos de la persona para sentirse más satisfecha consigo misma, más allá de la apariencia. Sin duda, nuestra salud física y mental nos lo agradecerá

Psicóloga y directora del centro Ita Canet TCA.

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