La adolescencia, etapa caracterizada por la existencia de multitud de cambios físicos y psicológicos, de inseguridades personales, de experimentación, de búsqueda de la identidad, desarrollo …acompañada de la marcada “percepción de invulnerabilidad” (la corteza prefrontal inmadura, encargada del razonamiento adulto), hacen de ésta, una época entrañable de nuestras vidas, pero también peligrosa.
En un contexto en el que prevalece la búsqueda de sensaciones y la aceptación social de los iguales, cobra especial relevancia el consumo de sustancias (legales e ilegales e igualmente dañinas). Según el Plan Nacional sobre drogas, el alcohol es la sustancia psicoactiva más extendida entre adolescentes, el tabaco y el cannabis le siguen. Son las tres drogas por las que se inician y generalmente por ese orden.
Es importante diferenciar el uso recreativo, el abusivo y el adictivo (de ello dependerá el tipo de intervención). Lo cierto es, que cumplen una función en sus vidas, y si desarrollamos la capacidad de detectar cuál es y les ayudamos a satisfacer sus necesidades con conductas saludables alternativas, dotándolos de habilidades sociales, de aficiones que le estimulen, vínculos seguros y estructurados, redes sociales sanas, valores…, tendrán menos probabilidades de desarrollar dependencia. Todo ello, favoreciendo la normalización de la identificación y expresión emocional. ¿Creen que si supieran gestionar funcionalmente sus estados emocionales y si dedicaran espacios para el autoconocimiento, elegirían otros caminos?
Debemos aplicar todos los factores de protección posibles que dificulten la entrada al “consumo desde la necesidad”