Cada jueves en Ita Argentona dejamos atrás el ritmo del día a día para adentrarnos en la naturaleza. Estas salidas no son simples excursiones: son experiencias vivenciales que despiertan sentidos, emociones y aprendizajes.
Uno de los momentos más significativos ocurre en una salida especial: la visita a un pequeño establo, apartado y sin vigilancia, donde viven caballos.
Al llegar, no siempre vemos a los caballos de inmediato. A veces se mantienen a distancia, observando con prudencia y curiosidad. Poco a poco, si nuestro grupo mantiene el silencio y la calma, los caballos se van acercando. Se trata de un acercamiento lento y mutuo, donde cada parte mide al otro con respeto.
Para los y las adolescentes, esta interacción representa mucho más que un simple contacto con un animal. Es una experiencia que les exige:
- Autocontrol emocional y físico: deben aprender a calmar su cuerpo y su mente. No pueden correr, ni levantar la voz, ni hacer gestos bruscos. El caballo percibe cualquier tensión o agitación, y reacciona alejándose.
- Lectura del lenguaje no verbal: tienen que observar las señales que da el animal —las orejas, los ojos, la postura— y aprender a interpretar su estado de ánimo, algo que también les ayuda en su vida social y familiar.
- Paciencia y perseverancia: no siempre logran tocar al caballo en el primer intento. Deben esperar, mantener la calma, y probar una y otra vez desde el respeto.
- Confianza mutua: al ver cómo el caballo se deja acariciar por ellos, los adolescentes experimentan un tipo de validación emocional difícil de explicar.
Las salidas a la naturaleza les permiten salir del modo de alerta constante. Les invitan a respirar, a observar, a disfrutar del silencio y de lo simple. El entorno natural se convierte en un espacio seguro donde pueden ser ellos mismos sin presiones.
Estas experiencias no sustituyen la terapia, pero la complementan de forma poderosa. Los adolescentes que a menudo tienen dificultades para hablar de lo que sienten, consiguen expresar emociones al relacionarse con los animales o al caminar por el bosque. A veces, después de tocar por primera vez a un caballo, aparece una sonrisa sincera, una frase como “no pensaba que pudiera hacerlo” o simplemente un brillo en los ojos que lo dice todo.
Salir a la naturaleza no es solo una actividad. Es una forma de acompañar a los adolescentes a reconectar con su cuerpo, con el mundo y con su parte más humana.