“Los occidentales nos queremos poco. Está mal visto valorarse bien”. Javier García Campayo.
En una estancia en Europa, el Dalai Lama comentó que no entendía cómo los occidentales nos queríamos tan poco. Así es, en esta sociedad nuestra, el tener una opinión positiva de nosotros mismos está mal visto o se entiende como un problema narcisista. Podemos encontrar personas a las que indudablemente podríamos calificar como Trastorno Narcisista de la Personalidad, sin embargo, no es lo más común.
Es durante la infancia que la autocrítica suele ser aprendida, es en ese período cuando experimentamos las apreciaciones negativas sobre nosotros mismos. La familia o las figuras más influentes en nuestra educación suelen ser el generador de estos pensamientos negativos sobre nosotros mismos. Sin querer, la exigencia de nuestros padres puede llevarnos al origen de la autocrítica. Hay estudios que dicen que el problema de estos mensajes no es tanto el contenido de los mismos, sino el tono con el que se dice.
Según J. García Campayo existen dos grandes tipos de autocrítica según las emociones asociadas:
- Relacionada con el sentimiento de inferioridad y decepción: aparece en la población general y es la más frecuente. Suele estar producida por padres/educadores que usan sistemáticamente crítica destructiva con un tono emocional de decepción.
- Relacionada con el odio a uno mismo: es menos frecuente y suele aparecer en poblaciones con enfermedades psicológicas, a menudo si ha habido algún tipo de abuso infantil. (García Campayo, J. 2015)
Sin embargo, no siempre la autocrítica es negativa. Puede tener una función de protección hacia nosotros mismos incluso si los métodos utilizados no son demasiado productivos. Por ejemplo: tratarnos mal a nosotros mismos creyendo que así nadie nos podrá tratar peor. Esto es una manera de anticipar el daño que otras personas nos pueden hacer. Otro ejemplo en que la autocrítica puede ayudarnos es el análisis personal que podemos cuando nos equivocamos o fallamos en algo. En este caso, la autocrítica nos permitirá ser conscientes del fallo. Lo interesante es quedarse ahí y no revolcarse en el drama o en la autoinculpación, sino ser consciente, y pedir perdón para que no vuelva a ocurrir.
Para ilustrar más la diferencia entre crítica destructiva y constructiva, añadimos este cuadro de Javier García Campayo:
La autoexigencia, es otra de las causas de la autocrítica. “Se desatiende el cuidado de uno mismo tratando de rendir más y de llegar a ser importante, de ganar más dinero, o de ser superior a los demás. Quien fracasa se enjuicia y condena sin piedad”. (Simón. V. 2015).
Hay más causas que provocan la autocrítica. Podemos hacernos estas preguntas para saber cuál es el trato que nos damos a nosotros mismos:
- ¿Si me equivoco o me ocurre algo negativo, me digo lo mismo que le dirían a un amigo o a alguien que amo?
- ¿Trato bien a mi cuerpo?, ¿lo alimento bien?, ¿hago suficiente ejercicio físico para mantenerlo saludable?
- ¿Duermo las horas necesarias para que mi cuerpo y mi mente estén bien?
- Si enfermo, ¿voy al médico y hago caso de las recomendaciones profesionales?
- ¿Escucho a mis emociones o hago ver que no siento nada?
- ¿Cuido mis relaciones sociales? ¿pongo límites adecuados si es necesario?
Cuando tengamos respuestas a estas preguntas, y si descubres que eres una persona que se cuida y no se maltrata, puedes estar contento/a. Si por el contrario, descubres que te tratas mal, que usas la autocrítica demasiado a menudo, sigue leyendo y pon en práctica el entrenamiento en Autocompasión y Mindfulness que proponemos a continuación.
Para poder combatir esa voz autocrítica destructiva, que nos hace daño, hay que introducir otra voz que podríamos llamar “la voz compasiva”.
El primer paso para instalar esta voz en nosotros mismos es tener conciencia de la diferencia con la que tratamos a un amigo o a alguien a quien queremos mucho, cuando tiene un problema, o ha sufrido una desgracia, o ha fracasado en algo. Lo que descubriremos, si hacemos este ejercicio, es que el tono y las palabras que usamos son muy diferentes a como nos tratamos a nosotros mismos en las mismas circunstancias. Así pues, se trata de poder decirnos y tratarnos de la misma manera que a nuestro amigo. Y aun siendo fácil, tampoco imposible. Es una cuestión de conciencia y entrenamiento. Es decir, cuanta más conciencia tengamos de cómo nos tratamos, más fácil será poder actuar al respecto. Y cuanto más practiquemos, más factible será instalar la voz compasiva en nosotros mismos.
La vergüenza, la envidia, el perdón, son sentimientos y acciones que están estrechamente relacionados con la autocrítica. Pero los dejaremos para próximos artículos de ITA-MEDITA.
Ahora os dejamos una breve meditación para mejorar el trato que nos damos a nosotros mismos. Practica y ¡verás!