Hacemos referencia a la gordofobia, para precisar y describir todas aquellas prácticas, discursos y acciones que burlan, marginan, estereotipan, prejuzgan, rechazan e implican la obstaculización o vulneración de los derechos de las personas bajo el pretexto de la gordura.
La gordofobia es el odio, rechazo y violencia que sufren las personas gordas por el hecho de ser gordas.
La gordofobia es, por tanto, una discriminación estructural y sistemática. Esto significa que la podemos encontrar en todas partes y funciona de forma automática, normalizada y sin ser cuestionada. Hallamos gordofobia en las instituciones sociales, en nuestras costumbres, en la política, en la cultura, en los equipos de salud, en la ciencia, en nuestras familias, amistades y en la calle. Nadie ni nada está libre de gordofobia, y si bien es una discriminación que desde hace muy poco tiempo está siendo visibilizada y denunciada, ya es posible definir las principales formas que adopta e identificarla en nuestra cotidianidad.
Este fenómeno puede generar trastornos psicofisiológicos, ya que es un detonante para el desencadenamiento de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), tales como los atracones, la anorexia y la bulimia.
Debido a la internalización de los estigmas sociales y culturales hacia las personas gordas y de ser catalogadas como tales por los demás, estas personas, en un intento desesperado por escapar de dicha categoría, desarrollan conductas alimentarias de riesgo: dietas extremas, privarse de los alimentos o buscar expulsarlos tan pronto ingresan a su cuerpo. Dichas conductas son síntomas del padecimiento de un TCA, los cuales desencadenan daños en la integridad de nuestro sistema físico y personal, que, en los peores casos, puede significar daños permanentes, disminución de su calidad de vida o incluso, la muerte del paciente.
La gordofobia es el desencadenante de trastornos psicoemocionales que implican una herida emocional tan profunda que, aun obteniendo el cuerpo deseado, continuarán con prácticas autodestructivas hacia sí mismos. Además, cabe destacar que la gordofobia presente en los sistemas de salud mina las garantías de salud de las personas gordas, obstaculizando su acceso a un diagnóstico adecuado y, muchas veces, a un trato digno. Además del daño a la salud de cada paciente que es víctima de un mal diagnóstico, son agentes legitimadores de los discursos gordófobos para el resto de la sociedad, permitiendo su reproducción y prolongación del problema.
Hay personas que comparten todo un conjunto de creencias y prejuicios respecto a las personas con sobrepeso. Estas creencias se manifiestan como prejuicios que pueden llegar a convertirse en peligrosas porque no son contrastadas ni cuestionadas con la realidad de los sujetos sobre los que enjuician. Generalmente, detrás de estas ideas aparecen emociones congruentes de miedo, temor a perder el control ante situaciones que les pueden llevar a sentirse vulnerables… Por tanto, sentirse así los lleva a rechazar todo lo que bajo su criterio sala de “su normalidad” sea lo que sea; peso, color de piel, aspecto…
Al final nos convertimos en personas intolerantes y el peso y la imagen están en el centro de la diana de nuestra atención. En la mujer se suma la cuestión de género con la cuestión del peso. La presión estética ha sido un continuo debate en el feminismo y una herramienta muy útil de dominación patriarcal, tal y como explica ¹C. Godina. Los hombres también sufren gordofobia, pero tiene márgenes de rechazo más amplios en la sociedad, tener un peso “poco” normativo parece más tolerado, eso y que hay más ostracismo por su parte para denunciar situaciones donde se les interpela por su físico, aunque eso por fortuna está cambiando. Sin embargo, la mujer gorda es un desafío estético para la masculinidad y en cierta manera, parece que sea menos mujer por ello.
Es preciso trabajar en la conciencia de la diversidad y el respeto por los diferentes cuerpos, sin encorsetar la salud bajo la mirada de la delgadez. Tampoco hemos de confundir criterios, la discriminación social ante lo diverso es el objetivo por trabajar, pero hemos de poder ayudar a cuidar la salud mental dándole una mirada más amplia, la buena alimentación para tener una forma de vida más saludable. Aprender a reconocer lo que necesitamos y lo que deseamos e integrarlo en un modelo de vida que nos permita sentirnos auténticos y felices.
¹C. Godina: Carmen Godina Megía, feminista y activista contra la gordofobia.