Es normal que un adolescente sienta ansiedad frente a situaciones que suponen un desafío, como un examen, viajes, presentaciones académicas, etc. La ansiedad es una sensación de malestar que aparece cuando anticipamos un problema o una amenaza. Es un mecanismo de supervivencia que nos pone en alerta frente a situaciones amenazantes o estresantes para poder afrontarlas.
En la adolescencia, a menudo la ansiedad está relacionada con aquellas situaciones que suponen un riesgo para la propia imagen como hablar en público o relacionarse con desconocidos. No olvidemos que la aceptación por parte del grupo adquiere gran relevancia en esta etapa, por lo que el miedo a hacer el ridículo puede ser más intenso que en otras etapas.
Otras preocupaciones tienen que ver con el miedo por haber hecho o dicho algo que está mal. Formaría parte de la lucha por diferenciarse y consolidar su identidad, por un lado, sienten la necesidad de “oponerse” o “revelarse” frente al mundo adulto, pero también al hacerlo surgen dudas sobre si está bien o mal.
La ansiedad pasa a ser un problema cuando es excesiva y/o se manifiesta ante situaciones que no la justifican, generando un sufrimiento interno y condicionando la forma de comportarse (inhibición, evitación, etc.)
En estos casos, la ansiedad es más una reacción frente a creencias irracionales que por la existencia de un peligro real. Se convierte entonces en una respuesta desadaptativa, aparecen miedos, inseguridades, excesiva preocupación, evitación, pudiendo llegar a síntomas somáticos como taquicardia, sudoración, hiperventilación.
Aunque la ansiedad forma parte del desarrollo normal, debemos prestar especial atención en cómo afecta y qué tipo de estrategias se desarrollan para hacerle frente durante la adolescencia. Los jóvenes son especialmente vulnerables y es en el inicio de la edad adulta cuando es más frecuente que se desarrollen trastornos que tienen como síntoma principal niveles altos de ansiedad.
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