Preguntas Frecuentes

Preguntas Frecuentes Sobre trastornos-espectro-autista



  • El autismo o los trastornos del espectro autista (TEA), son un trastorno neurobiológico del desarrollo que afecta principalmente a la comunicación, interacción y comportamiento provocando que las personas que tienen trastorno del espectro autista (TEA) tengan deficiencias en cómo se relacionan con otras personas. A menudo no hay indicios claros en el aspecto de las personas con autismo (TEA), es decir, no presentan un patrón determinante a nivel físico, pero sí que es muy probable que se comuniquen, interactúen y se comporten de manera distinta a otras personas, ya que las destrezas en el aprendizaje, el pensamiento y la resolución de problemas son diferentes.

    El diagnóstico del autismo o los trastornos del espectro autista (TEA) suele ser un proceso de dos etapas. La primera consiste en una evaluación del desarrollo general del paciente con un pediatra. Los casos que presentan problemas en el desarrollo se derivan a centros especializados como Ita para una evaluación adicional.

    El autismo o los trastornos del espectro autista (TEA) en muchos casos son difíciles de percibir ya que no todos se manifiestan de una manera perceptible, pero es muy importante detectarlos lo más temprano posible para poder iniciar las intervenciones. Es por ello que se realizan bastantes exámenes de detección de TEA entre los 18 y los 24 meses de edad como recomienda la Academia Americana de Pediatría.

    En ita disponemos de especialistas en el diagnóstico de autismo o trastornos del espectro autista (TEA), con el fin de intentar detectar los aspectos determinantes cuanto antes y poder realizar las pruebas con psicólogos, neurólogos, psiquiatras, logopedas… para realizar tests de nivel cognitivo, lenguaje, conducta adaptativa, etc…

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  • El trastorno del espectro autista, también conocido por sus siglas TEA, es un trastorno del neurodesarrollo. El funcionamiento cerebral está afectado causando:

    - Dificultades para expresarse y para comprender a los demás - Problemas en la interacción social - Pensamiento y conducta rígida y repetitiva - Procesamiento inusual de los estímulos sensoriales.
    Los niños o adultos con un mismo diagnóstico de TEA pueden mostrar diferentes niveles de afectación. También en una misma persona puede haber variaciones en su estado a lo largo de las diferentes etapas de su vida.

    No tiene por qué haber una discapacidad intelectual, aunque las limitaciones propias del trastorno dificultarán un buen rendimiento escolar.

    Normalmente se suele detectar durante los primeros 2 años de vida, al observarse retrasos en el desarrollo. Retraso en la adquisición del lenguaje, ausencia de mirada mutua, movimientos estereotipados, juego repetitivo, etc.

    En otros casos, puede haber un desarrollo normal y al llegar a las siguientes etapas, se hacen evidentes las dificultades de relación con los otros (profesores, compañeros, cuidadores, etc.). A medida que sus relaciones sociales se van ampliando, les resulta una demanda demasiado compleja. Es entonces, cuando se evidencia falta de interés en los demás, dificultad para entender y reaccionar a las emociones de los demás, etc...

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  • Aunque los/as niños/as que padecen un trastorno del espectro autista (TEA) suelen tener problemas en el rendimiento escolar y dificultades en la adquisición de habilidades propias de su edad, no es una discapacidad entendida como discapacidad intelectual o de aprendizaje.

    Antiguamente muchos de los casos de TEA eran diagnosticados erróneamente como discapacidad intelectual. Actualmente, las investigaciones han confirmado que la discapacidad intelectual puede o no estar presente, y que no es una condición que vaya siempre asociada con el TEA.

    La sintomatología puede ser muy diferente en niños/as con un mismo diagnóstico. Los niveles de afectación pueden variar de leves a graves. En una misma persona, también se pueden observar variaciones en la sintomatología y la gravedad con el paso de los años. La presencia de otros problemas neurológicos o problemas de salud mental, como epilepsia, trastorno obsesivo compulsivo, tics, trastornos alimenticios, etc., pueden condicionar también la gravedad del trastorno.

    Si bien es un trastorno que acompañará a la persona a lo largo de toda su vida, características como la meticulosidad, el pensamiento lógico, el interés por temas concretos, predilección por tareas mecánicas y repetitivas, etc. pueden ser un gran aliado para el tratamiento y el desarrollo de estrategias de intervención que les permita alcanzar autonomía y estabilidad.

    En Ita Salud Mental tenemos una Unidad de Neurodesarrollo formada por especialistas de diferentes disciplinas que está especializada en el tratamiento del Trastorno del Espectro Autista (TEA).

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  • En los últimos años se ha añadido el término “espectro”, por lo que el diagnóstico es de Trastorno del Espectro Autista o TEA. Este cambio hace referencia a la gran variedad de realidades que abarca este trastorno en cuanto al tipo de síntomas y la gravedad.

    Seguramente estamos más familiarizados con el término “autismo” que se empezó a utilizar como diagnóstico clínico en los años 80. No es que antes no hubiera casos de niños/as con autismo, sino que se incluían en otros trastornos porqué aún no se había identificado y descrito este tipo de patología. En 1943 Leo Kranner utilizó por primera vez el término “autismo infantil”.

    Los avances en cuanto a los diagnósticos en el campo de la salud mental están recogidos en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales conocido por las siglas en inglés DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) y en la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-10). Estos dos tratados se van actualizando con los años y se van introduciendo las variaciones fruto de las evidencias científicas y del consenso de los profesionales. En el caso del autismo, en la última edición, se han eliminado el trastorno de asperger, el trastorno de Rett, el trastorno desintegrativo infantil y el trastorno generalizado del desarrollo, para pasar a denominarse Trastorno del Espectro Autista (TEA).

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  • Los niños que sufren un trastorno del espectro autista suelen manifestar una serie de retrasos en la adquisición de habilidades, sobre todo en cuanto a la comunicación y la forma de relacionarse con el entorno. Estas disfunciones suelen observarse antes de los 3 años. Algunos signos de alerta en los primeros meses de vida son falta de contacto visual, que no responda a su nombre (12 meses), no señale objetos (14 meses), dificultades con el juego simbólico (18 meses).

    A nivel de lenguaje puede haber un retraso en su adquisición, repetición de palabras o frases, respuestas no relacionadas con la pregunta o casos en los cuales no llegan a adquirirlo.

    A nivel motor pueden aparecer movimientos repetitivos, aleteo de las manos, mecerse o girar en círculos. El pensamiento y la conducta muestran rigidez. Se centra y obsesiona con algo concreto. Se irrita con pequeños cambios, todo tiene que seguir una especie de “ritual” preestablecido. Los ruidos, olores, texturas diferentes pueden irritarle de forma desmedida.

    Los primeros en detectar que algo no va bien suelen ser los padres. Notan como un parón en el desarrollo. Detectan como si fuera hacia atrás en la adquisición de habilidades. El diagnóstico del trastorno del espectro autista requiere un proceso de observación, de recopilación de información y diferentes pruebas realizadas por profesionales especialistas en TEA de diferentes disciplinas (médica, psicológica y social).

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  • El autismo o trastorno del espectro autista (TEA) muestra diferencias importantes respecto al grado de afectación. A nivel clínico, los profesionales diferencian 3 niveles de gravedad en función del grado de autonomía alcanzado. El nivel 1 indica menos necesidad de ayuda para llevar a cabo actividades cotidianas y el nivel 3 sería el que más apoyo necesita.

    Un niño/a afectado/a por este trastorno puede sufrir retrasos importantes en la adquisición del lenguaje o incluso no hablar ni mostrar interacción con los demás. Del interés prácticamente nulo por comunicarse con los demás a dificultades menos severas centradas en la dificultad por entender a los demás. No sólo se puede observar en el habla, también la comunicación no verbal puede estar alterada. Pobreza de gestos que acompañan la comunicación o una expresión facial rígida con ausencia o escaso contacto visual.

    Las conductas repetitivas pueden variar en su intensidad. La necesidad de repetición o de seguir determinados rituales puede dar origen a problemas de conducta cuando no se les permite llevarlos a cabo. Estas situaciones pueden alterar el día a día de las familias en mayor o menor medida dependiendo del grado de afectación.

    A nivel sensorial, bien se puede observar una sensibilidad extrema a ruidos, luces, olores y texturas o, por el contrario, una falta de sensibilidad ante el dolor, la temperatura, etc. lo que puede suponer un riesgo importante a sufrir accidentes.

    La presencia o no de retraso intelectual es un factor determinante en el grado de afectación. También la presencia de algún otro trastorno mental. Por ejemplo, en niños/as afectados de Autismo de Alto Funcionamiento, la capacidad intelectual está dentro de lo normal y el lenguaje está desarrollado. En estos casos, normalmente el nivel de adaptación es mucho mayor a pesar de las dificultades propias del trastorno.

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  • El trastorno del espectro autista de nivel 1 es el más leve. La menor gravedad de los síntomas les permite alcanzar mayor autonomía. Con apoyo pueden llevar una vida prácticamente normal.

    Sus capacidades intelectuales están conservadas e incluso algunas áreas como la memoria, pueden estar por encima de la media.

    Las relaciones sociales son un verdadero desafío para ellos. Aunque han desarrollado la capacidad para comunicarse, la dificultad está en la forma de hacerlo. La comunicación no tiene la espontaneidad ni la flexibilidad, no es fluida. Sus respuestas atípicas o poco satisfactorias les dificultan iniciar conversaciones. A simple vista puede parecer falta de interés por relacionarse. La impresión es de cierta torpeza social, tienen interés por relacionarse, pero no saben cómo hacerlo.

    La rigidez en el pensamiento y el comportamiento afecta a las actividades del día a día. Tienen la necesidad de seguir sus “rituales” y poseen escasa capacidad de adaptación al cambio. Si prevén un cambio, la insistencia en preguntar puede ser agotadora. Cambios inesperados supondrán un desastre para ellos.

    Sus intereses suelen ser muy restringidos, más bien, se obsesionan por temas concretos y les cuesta mucho interesarse por otra cosa.

    Mediante un tratamiento centrado en trabajar las consecuencias negativas del trastorno, pueden tener un funcionamiento autónomo y continuar con su desarrollo. Es fundamental la implicación de la familia, el entorno educativo y un equipo multidisciplinar especializado en el tratamiento del trastorno del espectro autista.

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  • Los niveles de afectación del Trastorno del Espectro autista TEA se determinan en función de la ayuda necesaria para desenvolverse en las actividades cotidianas. En el caso del grado 2 o nivel 2, corresponde a los casos en los cuales es necesario un soporte para que puedan ser independientes.

    Aunque pueden haber desarrollado el lenguaje, suele ser limitado. No muestran interés por comunicarse con los demás. Su forma de responder o relacionarse con los demás es extraña. Su nivel de aislamiento del mundo externo es alto.

    A nivel de conducta, presentan movimientos estereotipados y repetitivos que se agudizan en situaciones vividas como estresantes. Tienen intereses muy reducidos. Sus actividades cotidianas se ven afectadas por la necesidad de repetir un mismo patrón, la ropa, el momento de las comidas, etc. El cambio o la interrupción de la secuencia, les afectará, aumentando la ansiedad o reaccionando de forma desmedida.

    Con frecuencia se detecta discapacidad intelectual que puede ser leve o moderada. En general sus funciones intelectuales suelen estar afectadas, por lo que tendrán dificultades para seguir el ritmo de aprendizaje estándar. Necesitan un estilo educativo adaptado a sus necesidades con una atención personalizada.

    Con ayuda y supervisión pueden ser independientes en sus actividades diarias. Requieren un tratamiento con la implicación de profesionales de diferentes áreas y una adecuación del entorno a la medida de sus capacidades. Con ayuda y un entorno estructurado pueden ser independientes en sus actividades diarias.

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  • El nivel 3 del trastorno del espectro autista corresponde a una afectación severa. Es el grado más elevado de afectación por la necesidad importante de ayuda para desenvolverse y realizar las actividades cotidianas.

    La capacidad de comunicarse está seriamente afectada y les impide desenvolverse de forma autónoma. La capacidad para interaccionar con otras personas está muy limitada, así como, la respuesta cuando los demás se dirigen a él/ella. A pesar de haber desarrollado el lenguaje, éste es limitado o inteligible.

    Los comportamientos son rígidos. Sus conductas repetitivas y/o rituales dificultan poder afrontar cambios. Los cambios, por pequeños que sean, desencadenan una reacción ansiosa.

    Recordemos que bajo un mismo diagnóstico de trastorno del espectro autista hay diversidad de síntomas, aunque compartan un mismo nivel de afectación. Es muy importante una valoración lo más completa posible, con la implicación de profesionales de diferentes disciplinas y especializados en el tratamiento del TEA. Desarrollar una estrategia de tratamiento individualizado y adatada a las limitaciones y capacidades de cada persona permitirá potenciar la independencia y mejorar la calidad del niño/a y su familia.

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  • Las causas del Trastorno del Espectro Autista (TEA) son una combinación de factores genéticos y ambientales. Factores heredados pueden hacer que el bebé sea más vulnerable a sufrir TEA. A estos factores hereditarios, se suman los ambientales como nacimiento prematuro, infecciones prenatales, algunos tipos de fármacos durante la gestación, edad avanzada de los padres.

    Los factores ambientales implicados en la causa del TEA no se refieren al tipo de crianza o actitudes de los padres en la educación de sus hijos. Está ampliamente demostrado que el TEA es un trastorno físico/orgánico, a pesar de no poder disponer una prueba médica que nos permita identificar las causas.

    Aunque se sabe que en el trastorno del espectro autista hay anomalías en el desarrollo de los circuitos cerebrales, no se han identificado lesiones en zonas concretas. Es un trastorno que afecta al neurodesarrollo del niño/a puesto que las conexiones cerebrales no se desarrollan como deberían.

    No es posible diagnosticar este trastorno mediante pruebas médicas de neuroimagen. Para diagnosticarse, los profesionales se basan en los síntomas observables a través del comportamiento. El diagnóstico se suele realizar a partir de los 3 años de edad. En el caso de síntomas muy evidentes en etapas anteriores, se indicará que hay una sospecha de TEA pero habrá que esperar para ver la evolución para poder confirmar el diagnóstico.

    El diagnóstico y tratamiento temprano y llevado a cabo por profesionales especializados en el trastorno del espectro autista, facilita un mejor pronóstico en la mayoría de los casos.

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  • El tratamiento de Trastorno del Espectro Autista consiste en trabajar con la persona afectada y su entorno para conseguir el mayor grado de independencia y calidad de vida posible. Para poder llevar a cabo un tratamiento correcto es necesaria la implicación de un equipo de profesionales expertos en este tipo de trastornos (neurólogos, psicólogos, educadores, psicopedagogos, etc.)

    En líneas generales, el tratamiento del TEA se ocupa de desarrollar todas aquellas habilidades que tienen que ver con la comunicación y la interacción con los demás.

    No existe un único tratamiento. Cada caso es diferente y necesita el desarrollo de una estrategia terapéutica individualizada. En las evaluaciones iniciales, se identifican las limitaciones causadas por el trastorno y también las capacidades de cada niño/a. Los intereses, la meticulosidad, la repetición… pueden ser un gran aliado para el tratamiento, no únicamente se valoran como algo negativo.

    La implicación de la familia y el entorno es primordial para ir adaptando el entorno físico y emocional a las capacidades y limitaciones del niño/a que sufre el trastorno autista. Se trata de que el entorno sea más digerible para ellos/as, más comprensible y predecible. Trabajar el cambio antes de que ocurra, evitar situaciones estresantes, etc.

    En niños/as con TEA que sufran niveles elevados de ansiedad, problemas de agresividad, impulsividad, obsesiones invalidantes o alteraciones de la conducta suele estar indicado el seguimiento de un tratamiento farmacológico. No hay un listado de fármacos concretos indicados para TEA, dependerá de la sintomatología. En Ita Salud mental disponemos de una Unidad de Neurodesarrollo especializada en el tratamiento del Trastorno del Espectro autista (TEA). Si desea más información puede llamarnos al teléfono gratuito 900 500 535 o bien concertar una cita online o presencia.

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  • Los diagnósticos en el campo de salud mental suelen cambiar a medida que las investigaciones avanzan. El autismo es uno de los que más ha cambiado en los últimos años. Vamos a ir un poco hacia atrás para entender mejor la diferencia entre el trastorno del espectro autista y el Síndrome de Asperguer.

    Los primeros casos de Asperguer y de Autismo se describieron en la misma época. Primero se describieron casos de autismo infantil y al poco, el pediatra Hans Asperguer, observó niños con autismo pero que tenían las capacidades cognitivas conservadas. A partir de los años 80, se consideró que el Síndrome de Asperguer era un tipo de autismo leve.

    Recientemente, en los manuales que describen todos los trastornos mentales a nivel internacional, se ha introducido el término de Trastorno del Espectro Autista (TEA) para diagnosticar los casos de autismo. Este cambio se ha hecho para representar mejor la variedad de síntomas y los diferentes niveles de gravedad que presentan las personas afectadas.

    Aunque a nivel clínico los profesionales ya no utilizan el Síndrome de Asperguer como diagnóstico “oficial”, se sigue utilizando en el ámbito de la salud mental. Por lo que, podríamos equiparar el Síndrome de Asperguer con el actual diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista leve o, por el término también conocido como autismo de altas capacidades.

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  • El autismo es un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza por dificultades en la comunicación y la interacción social, así como por la presencia de comportamientos, intereses y actividades repetitivas y restrictivas.

    En este contexto, el término "autismo de alto funcionamiento" se emplea para describir un grado leve de afectación. Las personas con esta forma de autismo generalmente muestran un desarrollo significativo en el lenguaje y habilidades para la vida independiente, aunque tengan dificultades relacionales y de comportamiento.

    A pesar de poseer habilidades cognitivas y lingüísticas en el rango normal, o incluso ser superiores al promedio, se enfrentan a dificultades en la interacción social, como la interpretación de señales no verbales y la comprensión de normas sociales. Además, suelen tener intereses restrictivos y específicos sobre ciertos temas y mostrar comportamientos repetitivos y el seguimiento de rutinas establecidas.

    Recordemos que el autismo abarca un abanico muy amplio de realidades que pueden ser más o menos incapacitantes en parte por la presencia o no de discapacidad intelectual o dificultades en el desarrollo del lenguaje o alteraciones motoras. El término "autismo de alto funcionamiento" no es un diagnóstico clínico, sino más bien una forma de describir un nivel de afectación relativamente leve dentro del espectro autista.

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  • El autismo se diagnostica en la infancia, de hecho, se suele detectar durante los primeros años de vida. Cuando hablamos de desarrollar autismo en la edad adulta suele ser porque ha pasado desapercibido, pero realmente ha estado presente desde una edad temprana.

    En situaciones de autismo leve sin otros trastornos asociados, es común que la persona haya podido desarrollar estrategias compensatorias que enmascaran sus dificultades.

    A medida que se avanza hacia la adolescencia y la edad adulta, afloran las carencias que se han mantenido compensadas. Especialmente debido a que con la edad aumentan las demandas relacionales, como por ejemplo el inicio de relaciones de pareja.

    A medida que aumenta el conocimiento sobre el autismo y los diferentes grados de afectación, más adultos demandan evaluaciones por sospechas de autismo. Es entonces cuando descubren que muchas de las dificultades que han notado desde “siempre” se deben a este trastorno del neurodesarrollo.

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  • El autismo es un espectro de condiciones que comienza en la infancia, aunque en algunos casos, normalmente los más leves, pueden no ser diagnosticado hasta la edad adulta.

    Los adultos con autismo tienen dificultades significativas en la comunicación social. Iniciar y seguir conversaciones puede ser complicado. Su estilo directo, así como el no tener en cuenta los convencionalismos, puede llevarlos fácilmente a malentendidos o conflictos y suelen ser percibidos por los demás como bruscos. La interacción visual también presenta retos, ya que tienden a hacer menos contacto visual o lo hacen de manera errática por lo que su actitud puede ser percibida como “extraña”.

    Hacer amigos y mantenerlos es un verdadero reto debido a la interpretación errónea de las señales sociales y la dificultad para comprender el punto de vista de los demás. No suelen entender bromas o ironías. Entender las emociones y las intenciones de los demás es otro desafío.

    La necesidad de seguir una rutina clara y estructurada está muy acentuada, mostrando malestar ante cambios leves y en entornos con muchos estímulos. Prefieren un orden claro en sus actividades. La expresión de necesidades y deseos, así como asumir responsabilidades, pueden ser áreas problemáticas. Sus intereses suelen ser muy específicos y dedican mucho tiempo a actividades repetitivas, a menudo sin considerar las necesidades de los demás.

    Reconocer estos síntomas en uno mismo o en alguien cercano es esencial para buscar asesoramiento. La intervención especializada puede ofrecer estrategias para afrontar estos desafíos, enfocándose en maximizar las fortalezas y mejorar la calidad de vida.

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  • El reconocimiento de rasgos que podrían sugerir autismo en un niño es un paso importante hacia la comprensión de sus necesidades únicas. Sin embargo, no está exento de dificultades, el conjunto de condiciones que pueden manifestarse con síntomas similares a los del autismo es amplio y diverso.

    Los padres pueden notar dificultades en la comunicación, comportamientos repetitivos o carencias en la interacción social en sus hijos, lo que podría llevarlos a pensar en el autismo como la única explicación. No obstante, es importante considerar otras posibles causas.

    Entre estas condiciones, se encuentran trastornos específicos del lenguaje, la presencia de una discapacidad intelectual, trastornos como el déficit de atención e hiperactividad, el trastorno de la coordinación motora. Condiciones psicológicas como la ansiedad y la depresión, también pueden presentar síntomas que se asemejen a los del autismo, pero con características distintivas propias.

    Teniendo en cuenta la amplia gama de trastornos que pueden explicar los síntomas compatibles con el autismo, es importante contactar con profesionales de la salud mental con experiencia en trastornos del neurodesarrollo para que puedan hacer una evaluación.

    El proceso diagnóstico es complejo y, a menudo, requiere observar la evolución para entender plenamente la sintomatología. Puede ser que convivan varios trastornos, lo que complica un poco más el diagnóstico, especialmente en los primeros años de vida. Por ello, la paciencia, la observación detallada y la colaboración con especialistas son clave en este viaje hacia el entendimiento y el apoyo adecuado que su hijo necesita.

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  • El autismo o trastorno del espectro autista (TEA) es un trastorno del neurodesarrollo que afecta a la manera en que una persona se comunica y se relaciona con los demás, así como a su comportamiento y sus intereses. Es importante reconocer que cada individuo con TEA es único, los síntomas pueden variar significativamente de una persona a otra.

    Desde los primeros años de vida, pueden observarse señales que sugieran la presencia de autismo. Los síntomas suelen ser más evidentes durante el segundo año de vida. Los niños pueden mostrar un desarrollo atípico, retrasos en el habla, dificultades para interactuar o una regresión, perdiendo habilidades previamente adquiridas.

    En los niños preescolares, se pueden notar dificultades en la interacción social y la comunicación recíproca, como retraso en el desarrollo del lenguaje, respuesta limitada o ausente a la sonrisa social, falta de interés por jugar o compartir con otros, y un uso reducido de gestos para comunicarse. Además, pueden presentar un patrón de intereses restringidos y conductas rígidas, como movimientos estereotipados, juego repetitivo, y una reacción excesiva o insuficiente a estímulos sensoriales.

    A medida que los niños crecen, los signos de autismo pueden incluir un lenguaje monótono y repetitivo, dificultades para entender y responder a las emociones de otros, ausencia de interés en establecer relaciones, y una fuerte necesidad de adherirse a rutinas o resistencia a los cambios.

    Es crucial para los padres y madres que sospechan que su hijo podría tener autismo buscar orientación profesional. Una evaluación temprana y un diagnóstico preciso son pasos fundamentales para acceder a las intervenciones y los apoyos necesarios que pueden mejorar significativamente el desarrollo y la calidad de vida del niño.

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  • El autismo, o Trastorno del Espectro Autista (TEA), es complejo. No hay un solo signo que te diga definitivamente que tu hijo tiene autismo, pero hay señales que puedes observar, especialmente en los primeros años de vida.

    Para empezar, fíjate en cómo tu hijo se comunica y socializa. A los 12 meses, ¿tu hijo balbucea, hace gestos como señalar o decir adiós con la mano? ¿Dice palabras simples a los 16 meses? ¿Y a los 24 meses, usa frases espontáneas de dos palabras que no sean ecolalias (repeticiones)? La ausencia de estos comportamientos podría ser una señal de alerta. Igualmente preocupante es cualquier pérdida de habilidades sociales o del lenguaje que ya hubiera adquirido.

    Aquí tienes algunas banderas rojas específicas para tener en cuenta:

    No mostrar objetos o compartir intereses. Falta de coordinación en la comunicación no verbal, como el contacto visual o responder al nombre. Repetición de movimientos con objetos o falta de juego convencional. Movimientos corporales repetitivos o actitudes inusuales.

    Es fundamental actuar si tienes sospechas de que algo no marcha bien. La intervención temprana es clave. Si notas alguno de estos signos, consulta con profesionales especialistas en trastornos del desarrollo. Puede que te sientas tentado a esperar y a ver, pero buscar una evaluación profesional temprana puede marcar una gran diferencia.

    Recuerda, cada niño se desarrolla a su propio ritmo, pero tu instinto como padre o madre es poderoso. Si algo te parece fuera de lo común, confía en tu intuición. No se trata de etiquetar a tu hijo, sino de proporcionarle el apoyo y los recursos que necesita para prosperar. La evaluación y el diagnóstico pueden llevar tiempo, y es normal sentir ansiedad durante este proceso. No estás solo.

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  • El diagnóstico del autismo es un proceso complejo. Los primeros signos suelen ser sutiles y presentes ya en el primer año de vida. A partir de los 2 años, los comportamientos y señales se vuelven más evidentes.

    El proceso diagnóstico no se basa en pruebas biomédicas como análisis de sangre o resonancias magnéticas, sino en una evaluación clínica detallada de los comportamientos y el desarrollo del niño/a.

    El proceso comienza con la información proporcionada por la familia sobre el desarrollo del niño/a. Esta historia clínica abarca desde el desarrollo psicoemocional hasta detalles específicos sobre el comportamiento social, comunicacional y de juego. La observación directa del niño en diferentes contextos es también una parte crucial del diagnóstico, permitiendo a los especialistas ver de primera mano los comportamientos que pueden indicar TEA.

    Además de estas evaluaciones, se pueden recomendar pruebas adicionales para descartar otras condiciones médicas que puedan influir en el desarrollo. Sin embargo, es importante entender que estas pruebas no confirman ni descartan por sí solas el autismo. Son complementarias y ayudan a obtener un panorama más completo de cómo ha sido el desarrollo y del nivel de salud.

    Este proceso diagnóstico permite a los especialistas no solo determinar si un niño tiene TEA, sino también entender sus fortalezas y necesidades únicas. Cada diagnóstico es el comienzo de un camino personalizado de apoyo y acompañamiento, diseñado para ayudarle a alcanzar su máximo potencial.

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  • El autismo es un trastorno del neurodesarrollo que afecta la forma en que una persona se comunica, interactúa y percibe el mundo. Los niños autistas nacen con esta condición. No es una enfermedad que se contagie o se adquiera a lo largo de la vida.

    Hasta la fecha, no existe ningún tratamiento que haya demostrado ser capaz de revertir este funcionamiento cerebral, por lo tanto, el autismo no se puede curar. Sí se puede y se debe tratar.

    La detección temprana, un tratamiento apropiado y un entorno adaptado pueden marcar una diferencia significativa en el desarrollo y el bienestar de las personas autistas, permitiéndoles alcanzar su máximo potencial.

    Cada niño es único y lo que funciona para uno puede no funcionar para otro. Lo más importante es trabajar con un equipo de profesionales para desarrollar un plan de tratamiento que se adapte a las necesidades individuales.

    El papel de los padres es fundamental en este proceso, colaborando estrechamente con los profesionales para asegurar que su hijo reciba el apoyo adecuado que le permita desarrollarse y convivir de manera plena en la sociedad.

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  • Descubrir que un hijo podría tener autismo es un momento de mucha incertidumbre. El camino desde los primeros signos de alerta hasta el diagnóstico definitivo puede ser largo y desesperante. Es importante acudir a centros especializados en autismo que hagan una valoración diagnóstica exhaustiva.

    Más allá del diagnóstico, la valoración inicial debe explorar y determinar cuáles son las necesidades y fortalezas de cada niño, para así poder diseñar el tratamiento más adecuado.

    No existe un único método que funcione para todos, por lo que se enfatiza en tratamientos individualizados, estructurados, intensivos y que abarquen todos los contextos de la vida del niño. Esto incluye la participación activa de la familia, ya que su apoyo es fundamental para el éxito del tratamiento.

    En Ita, nuestra Unidad de Neurodesarrollo está especializada en el tratamiento de pacientes que presentan Trastorno del Espectro Autista (TEA). Nuestro abordaje terapéutico es individual, grupal y familiar y tiene como principal objetivo dotar a la persona de estrategias que le permitan un funcionamiento más adaptativo en su entorno y contexto natural.

    Mediante el trabajo integral de nuestro equipo multidisciplinar, ofrecemos estrategias para mejorar la comunicación, las habilidades sociales, la flexibilidad cognitiva y el manejo de las conductas repetitivas. Además, se trabaja para fomentar una mejor integración sensorial y proporcionar apoyo en todas las áreas de la vida diaria.

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